Soy parte de una generación, que su gestión esta sustentada en la gente, con un tremendo sentido de humanidad y compasión por el
individuo. Yo no hablo acerca de empresas, instituciones, fundaciones o patronatos, hablo acerca de individuos y de su habilidad para soñar y crear cambios.
Cambios que están sustentados en cinco valores: Patriotismo, Optimismo, Humildad, Justicia y Perseverancia.
Este es el canal oficial de Antonio Rojas Collado, donde podrás encontrar una diversidad de contenido de alto interés que va desde entrevistas, referencias de libros, audios de autoayuda, deportes y mucho más. Te invitamos a ser parte de nuestra comunidad de You Tube y navegar junto a nosotros en este mundo de educación, enseñanzas y proyectos. https://www.youtube.com/@antoniorojasrd
lunes, 30 de septiembre de 2019
domingo, 29 de septiembre de 2019
MOVIMIENTO INTERIORISTA DEL ATENEO INSULAR “HACIA EL VÍNCULO TRASCENDENTE DE LAS LETRAS” Fundado el 28 de julio de 1990 Moca, Rep. Dominicana
ENCUENTRO EN LA VEGA EL SÁBADO 28 DE SEPTIEMBRE
Fue celebrada en LA VEGA, el sábado 28 de septiembre, desde las 4.00pm. El punto de reunión es la Sociedad Cultural La Progresista (frente a la catedral de La Vega).
RECITAL DE POESÍA CON POETAS VEGANOS: 4.00pm.
Con el maestro de ceremonias, Luis Quezada, invitamos a Rafael Hernández, Miguel Ángel Durán, Henry Santos Lora, Graciela Pérez, Ramón Cordero, William Acevedo, Rita Díaz, Reynolds Josseph Pérez Stefan, Carlos Salcedo y Jorge Suárez para que lean un poema de su autoría. El director de la Academia Dominicana de la Lengua, Bruno Rosario Candelier, entregará una presea de reconocimiento a los citados autores veganos.
Al término del recital nos iremos al Centro de Espiritualidad “San Juan de la Cruz”, en Lajas de la Torre, dSESIÓN DE ESTUDIOS LITERARIOS Y TERTULIA POÉTICA: 7.00pm
-Rafael Peralta Romero: Poética de Daniel Beltré
-Luis Quezada Pérez: Teología mística y creación literaria en Meister Eckhart
-Bruno Rosario Candelier: Poética de Emily Dickinson
-Poemas de Josanny Moní, Andrés Ulloa, Leopoldo Minaya y Quibian Castillo
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sábado, 28 de septiembre de 2019
ATENEO INSULAR CELEBRARA ENCUENTRO EN LA VEGA ESTE SÁBADO
El Ateneo
Insular celebrará el acostumbrado encuentro literario del Movimiento
Interiorista este sábado, 28 de septiembre, las 4:00 de la tarde, en la
Sociedad Cultural La Progresista, en La Vega.
El
encuentro se iniciará con un recital de poesía con poetas veganos. El maestro
de ceremonia, Luis Quezada Pérez, hará la presentación de los poetas Rafael
Hernández, Miguel Ángel Durán, Henry Santos Lora, Graciela Pérez, Ramón
Cordero, William Acevedo, Rita Díaz, Reynolds Josseph Pérez Stefan, Carlos
Salcedo y Jorge Suárez, los cuales leerán poemas de su autoría.
Acto
seguido, el director de la Academia Dominicana de la Lengua, Bruno Rosario
Candelier, entregará una presea de reconocimiento a los citados autores
veganos, por sus aportes al cultivo de las letras.
Al término
del recital los escritores interioristas se trasladarán al Centro de
Espiritualidad “San Juan de la Cruz”, en Lajas de la Torre, donde será
celebrada la sesión de la noche con sus acostumbrados estudios literarios y
tertulia poética.
Expondrán
los escritores: Rafael Peralta Romero, sobre la Poética de Daniel Beltré; Luis
Quezada Pérez, acerca de la Teología mística y creación literaria en Meister
Eckhart y Bruno Rosario Candelier, expondrá sobre la Poética de Emily
Dickinson.
Finalizado
estos estudios los poetas Josanny Moní, Andrés Ulloa, Leopoldo Minaya y Quibian
Castillo leerán versos de su autoría. En la sesión dominical, para el estudio
de la narrativa, el escritor Miguel Solano expondrá una teoría del cuento, de
su autoría, y los narradores Sandra Berroa, Rosbelisa Berroa, Rafael Hernández,
Aracelis Mena y León David leerán cuentos de su creación.
Estos
encuentros del Ateneo Insular procuran el desarrollo intelectual, estético y
espiritual de los participantes de manera que podamos plasmar, mediante el
estudio de la lengua y el cultivo de las letras, el arte de la creación
literaria con la poética del Interiorismo para aderezar nuestras intuiciones y
vivencias con belleza sutil y sentido trascendente. (Texto: Miguelina
Medina).
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viernes, 27 de septiembre de 2019
FRASES ANTHONELA
“Si algún día la distancia nos separa, solo tendremos que mirar la luna en cualquier parte que estemos y nuestros corazones se unirán en aquel mismo instante”.
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HASTA PRONTO, CATANA. TU PRIMO, LUIS MAXIMILIANO QUEZADA PEREZ
Catana Pérez
En nuestra familia, ella fue siempre la mayor.
Hija mayor de Persiles
Ayanes Pérez Méndez y Mercedes Concepción Núñez Santos (Titá); hermana mayor de Ricardo Ayanes,
Pericles Persiles y Luisa Altagracia; nieta
mayor de Ricardo Armando Pérez Medina y de Ana Amantina Méndez Pérez; prima mayor en nuestra familia, que nos
llenaba de orgullo por sus excepcionales dones musicales y artísticos; madre de su única hija, Liúsik Cuello
Pérez, que trajo al mundo junto a su adorado esposo Rafael Amable de Jesús
Cuello Hernández (Rafuchi); y abuela de
su único nieto, Antonio Manuel López Cuello.
Ella cruzó a la otra orilla.
Inició la travesía del río de la vida en Moca, su pueblo natal, un 25 de
noviembre de 1948, día que el Santoral consagra a Santa Catarina. Vino al mundo
en la Clínica Guadalupe, bajo los cuidados del Dr. Antonio Rojas Badía. Nació
extraída de pies, una hermosa niña de ojos verdes, alumbrada por su madre Titá.
Mercedes Catana Sigismunda era su nombre completo. Su padre la declaró con
el nombre de Mercedes por su madre Titá (Mercedes Concepción) y por la Virgen
del Cerro, la madre de los cibaeños; el nombre de Catana fue seleccionado por
tío Ayanes, pues en el mes de septiembre de 1948, se exhibió en el Cine Olimpia
de Ciudad Trujillo la película titulada “Un Capitán de Castilla”, interpretada
por Tyrone Power y Jan Peter. Estaba basada en una novela de un norteamericano
de apellido Shellabarger. La película versaba sobre la conquista de México. Jan
Peter era la heroína de la obra fílmica, en la cual caracterizaba el rol de una
bella moza española, de Jaen, llamada Catana Pérez. Al salir del cine, tío
Ayanes pensó: si Titá alumbra una niña como se espera, ya está escogido su
nombre. (Ver “Mis vivencias en Moca”, de Ayanes Pérez, pp. 231-232).
A los nombres de Mercedes Catana, tío Ayanes le agregó un tercer nombre,
Sigismunda, para cumplir con la obra de Cervantes, “Los trabajos de Persiles y
Sigismunda”, que llevaba su primer nombre (Persiles Ayanes).
Catana fue bautizada por el sacerdote salesiano Sixto Pagani, en la iglesia
en construcción del Sagrado Corazón de Jesús, del cual es devoto tío Ayanes.
Los padrinos bautismales de Catana fueron Persio Villavizar y Altagracia
(Tatica) Cartagena.
“Lo que ignorábamos era que habíamos gestado una criatura musical”, expresa
tío Ayanes. Y explica la siguiente anécdota: “Cuando ya tenía siete meses, Titá
me pasó el biberón de las once para que se lo suministre. Sentado frente al
viejo radio Zenith de mi suegra, mientras libaba de la tetera, comenzó a sonar
en la radio la música de la canción del cubano White, La Bella Cubana. De
pronto, la niña deja de comer e irrumpe en llanto. Sorprendido de tan repentino
lloro, se me ocurre mover el dial, se interrumpe la canción, cesa el llanto y
la niña continúa tomando su leche. Titá, al escuchar el llanto, se acerca y
también luce sorprendida. Por mera curiosidad, a manera de comprobación, sintonizo
nuevamente la melodía y se repite la escena del llanto. Era el preludio de una
vocación recóndita, que volvió a manifestarse en la Navidad en que había
cumplido su cuarto año de nacida”.
Sigue relatando tío Ayanes: El “Niño Jesús” le trajo de presente un piano
de juguete color vino, cuya “vida”, pensé, sería efímera como acontecía con la
mayoría de los juguetes de los niños. Sorpresivamente, menos de un mes después,
la escuchamos tocar, de oídas, la canción que estaba de moda entonces: “Doce Cascabeles”,
popularizada por los Churumbeles de España. Así descubrimos la vocación, parece
que heredada de su ascendencia materna, tanto su madre como su abuela entonaban
cual si leyeran música. Titá tenía una hermosa voz de soprano”. (Cf. Mis
vivencias mocanas, p.233).
Catana comenzó sus estudios escolares y musicales en Moca, en el Colegio
María Auxiliadora, donde hizo el pre-primario con Sor Esther Fuentes. Sus
estudios primarios y de bachillerato los realizó en el colegio Luis Muñoz
Rivera, donde también se graduó de secretaria bilingüe.
Sus estudios formales de piano los comenzó en la Escuela Elemental de
Música, que dirigía la consagrada pianista Elila Mena. Tomó clases de piano con
la profesora Maricusa del Monte. En el Conservatorio Nacional se graduó de
profesora de piano en 1966 siendo
pupila del Maestro Vicente Grisolía y la Maestra Mary Siragusa.
Catana siempre recordaba con júbilo a sus grandes mentores del
Conservatorio: a Flor Marten-Ellis y Aura Marína del Rosario en Solfeo; a Vito
Castorina y Manuel Marino Miniño en Armonía; las inolvidables vivencias
pedagógicas de Gracita Senior de Pellerano; las clases de composición de Manuel
Simó; las exigentes lecciones de Historia de la Música impartidas por Margarita
Luna, complementadas luego por Ramón
Díaz y Francois Bahaud; las lecciones de piano con Mary Siragusa de Geraldes y
las infinitas y memorables horas frente al teclado orientadas por Vicente
Grisolía.
En 1967 participó en el Curso de Verano de la National Music Camp de
Interlochen, en Michigan, donde obtuvo certificados en Piano, Historia de
la Música, Análisis y Coro.
En 1968 asistió al Curso de Dirección de Orquesta que el Maestro Enrique
García Asencio impartió en el Auditorio de Bellas Artes y en 1981 participó en
el Seminario de Interpretación pianística impartido por Alberto Pomeranz.
De 1969 a 1972 hizo, en el Conservatorio de Santa Cecilia, en Roma, un
postgrado de piano con los profesores Pietro Scarpini y Emma Contestable
obteniendo el Título de Piano y Especialidad en Literatura Pianística Italiana.
Había estudiado con una beca que le proporcionó el gobierno italiano. En su
examen final sacó la excelente nota de 9/10.
Ya en 1964, siendo aún estudiante, se presentó junto al pianista Iván
Rodríguez interpretando el concierto para dos pianos y orquesta de Bach contando
con el acompañamiento de la orquesta de Cámara del Conservatorio Nacional de
Música conducida por el Maestro Julio de Windt. En 1971 y en junio de 1972 se
presentó en el auditorio del Conservatorio Santa Cecilia, en Roma, en los
recitales de fin de año con alumnos sobresalientes de postgrado.
El 18 de mayo de 1973 hizo su debut profesional en el Auditorio del Palacio
de Bellas Artes en un recital en el que interpretó obras de Schumann,
Scarlatti, Casella y Chopin. A partir de entonces comenzó una etapa en su vida
musical en la que el arte pianístico y la enseñanza de la música se van uniendo
de tal modo que sus cursos de Apreciación Musical se presentan como verdaderos
recitales didácticos.
En 1985 debutó como solista con la orquesta Camerata Solistas de Santo
Domingo, junto al pianista Iván Domínguez y bajo la dirección del Maestro
Carlos Piantini. En 1986 hizo, con la Orquesta Sinfónica Nacional, el estreno
nacional del concierto para piano y orquesta Op. 20 en fa sostenido menor, de
Alexander Scriabin contando con la dirección del Maestro Berton Dimes y en
febrero de 1998 interpretó junto a la Orquesta Sinfónica Nacional el concierto
en re menor para dos pianos y orquesta de Francois Polenc junto al pianista
Ramón Díaz y contando con la dirección del Maestro Julio de Windt.
Catana
fue una de las personalidades más respetadas de la música dominicana. Fue
designada por el presidente Leonel Fernández, mediante el decreto número
136-07, directora ejecutiva del Museo de la Música Dominicana.
Sus hallazgos como documentalista son
esenciales para conocer la historia de la música en nuestro país, en especial
ese maravilloso y tradicional ritmo del merengue, a cuya comprensión de sus
orígenes aportó a través de una enriquecedora publicación junto al Maestro
Rafael Solano.
Sus estudios de piano le han permitido
ser una exploradora infatigable, y una diestra escritora de opinión
crítica.
Estaba realizando para el Museo de la Resistencia una investigación sobre la
“Música durante la Resistencia Dominicana”, que abarcaba desde 1916 hasta 1978.
La labor de Catana Pérez de Cuello ha sido de gran valor para los amantes
de la música ya que paralelamente a sus presentaciones como instrumentista ha
realizado un constante trabajo de divulgación que incluye, libros didácticos,
crítica musical y artículos musicográficos que aparecen periódicamente en los
más importantes medios escritos del país.
De gran valor fue el programa que junto al Maestro José del Monte Peguero
produce cada semana y que bajo el título de “Música de los tiempos” hace llegar
a gran cantidad de televidentes lo mejor de la música universal, todos los
domingos, a través de Televida, canal 41.
¿Quién no recuerda el magnífico desempeño que realizó como Directora del
Teatro Nacional?
Luis E. Molina dijo de Catana lo siguiente cuando fue nombrada
Directora del Teatro Nacional: “La llegada de Doña Catana Pérez de Cuello a la
Dirección General y Artística del Teatro Nacional ha llenado de regocijo a la comunidad
cultural dominicana, pues más que una directora, es una maestra que siempre ha
buscado llevar la cultura al gran público dominicano, a todo el público,
siempre con una pasión y entrega totales.
El Teatro Nacional no le es ajeno. De hecho, ha llegado a
la dirección luego de haber liderado el meritorio Programa de Apreciación
Musical (PAM), el cual es la continuación de la tarea de una vida. Tuve
conocimiento por primera vez de esta labor cuando ella impartía docencia de una
asignatura homónima, por la cual fue querida y respetada por sus jóvenes
alumnos.
Entre sus planes está abrir el Teatro más allá de su
recinto, como ha dicho, incluyendo programas como el del Politécnico de Santa
Ana (único bachillerato artístico del país). Con este proyecto iniciará la
apertura simbólica de las puertas del Teatro Nacional a un público que no lo
frecuenta, acercándolo a las obras que allí se presentan”.
¿Quién no recuerda el realce que Catana le dio a la Revista TEATRO, siendo
Directora del Teatro Nacional?
¿Cuántas personas disfrutaron desde enero de 2002 cuando Catana comenzó a
impartir en la Sala de la Cultura el módulo “Los estilos musicales”, en el
curso de Apreciación a la Música “Prof. Julio Ravelo”, que realizaba el Teatro
Nacional dentro de sus lineamientos didácticos?
Los cursos impartidos por Catana desde 1973 en universidades, instituciones
estatales y privadas, en clubes culturales y en empresas privadas, fueron
creando toda una generación que amaba y apreciaba la música. Catana dedicó 45
años de su vida a los cursos de Apreciación Musical.
Fue profesora en la UCMM de Santiago, en la PUCMM de Santo Domingo y en la
UNPHU. El 7 de septiembre de este año 2019 hubiera cumplido 49 años de casada
con su alma gemela, su Negri querido, quien se adelantó a cruzar a la otra
orilla el 6 de junio de 2011. Rafuchi fue el amor de su vida, a quien conoció
en sus tiempos de estudiante en el Luis Muñoz Rivera, para muchos años después
reencontrarse en Italia, donde ella estudiaba música y él hacía su doctorado en
Física Nuclear.
Caty, como le decíamos con cariño en la familia, tenía un rostro muy
especial. Ella hablaba con sus ojos chispeantes, tan expresivos, verdes como la
gran esperanza que siempre anidó en su corazón. Su dulce sonrisa, su hablar
cantarino y melodioso.
Pero más que su rostro, hablaba su persona. Ella era auténtica, de una sola
pieza, sincera, leal, respetuosa de la vida y de las personas; maestra innata,
pues nació con el don de la enseñanza, el cual supo cultivar; sabía disfrutar
cada momento; inteligente, culta, analítica; le encantaban los juegos de mesa,
que disfrutaba junto a su familia. Admiradora de las flores y matas, sobre todo
de los flamboyanes y girasoles.
Disfrutó la vida. Por eso irradió alegría, armonía, amor, belleza. Su amor
a la música y su pasión por la educación pueden sintetizar dos de sus grandes
tesoros. ¿Quién no recuerda su paso por el Maternal Montessori, donde Caty
vivió plenamente el placer de la pedagogía, introduciendo en la Apreciación
Musical a los niños de Maternal y Kinder, donde desarrolló como dijo alguna vez
don Julio de Windt “una memorable labor educativa auxiliada por su fértil
imaginación”.
Sintonicé con Catana por muchas razones. Éramos los dos primos mayores y
los dos nietos mayores de Don Ricardo y doña Amantina. Ambos desde temprana
edad éramos lectores voraces; sentimos desde muy jóvenes la vocación por la
educación. Llegué a jugar con ella en el amplio patio de doña Rita, su abuela,
la mamá de Titá. Mi madre Antillana conservaba fotos con Catana desde muy
pequeña y hay dos que aprecio mucho: la primera, donde Antillana carga sobre
los hombros a Catana, con apenas meses de nacida; la segunda, con Catana de 8
años de edad, cuando tío Ayanes se sacó en una rifa la casa donde vivió en el
ensanche La Fe. Ambas fotos aparecen en su libro (pp. 231-232).
Recuerdo cuanto disfruté a Catana cuando le hice una grabación para
preparar el video de exaltación de Gabriel del Orbe en el Templo de la Fama de
la Provincia Espaillat, el 4 de diciembre de 2011.
En el último cumpleaños que le celebramos a mi cuñado Roberto Rodríguez
Mansfield el pasado 29 de junio de este año en su casa campestre de Las Nubes,
en Cambita, fue la última larga conversación que tuve con Catana. A los pocos días,
el 3 de julio, comenzó el proceso acelerado de su enfermedad.
Supo cultivar grandes amistades en diversos círculos familiares, culturales
y artísticos, y les daba seguimiento permanente a sus amigos en diferentes
partes del mundo, a través de Twitter e Instagram.
Caty, Cat, Cata, Catiuska, doña Catana fueron los muchos nombres cariñosos
que le dimos en la familia y sus amistades. A su hogar, ella lo llamaba “el
palazzo”. Su amor de hija, nieta, esposa, madre, abuela, nos marcó a todos.
Recuerdo que yo preparé una hojita especial para la Celebración breve que
hicimos al inaugurar una habitación especial en la casa de tío Ayanes, que
denominó “Rincón Musical Catana Pérez”; allí hay un cuadro especial y una
canción ¨Rosas para ti¨, de Gladys Pérez.
Ayer tarde, fui con Luisa mi hermana, a pasar con Caty lo que no sabíamos
era la última tarde de su vida. Me llamó
la atención su cuerpo: a pesar de que había enflaquecido notablemente, sin
embargo su rostro era el mismo, no sufrió ninguna desfiguración.
Todavía recuerdo tantas cosas que me enseñó en la entonces UCMM de
Santiago, cuando ella dirigía el Coro de esa universidad y yo era parte del
mismo. Sin duda alguna, era una verdadera maestra de la música. Si la memoria
no me falla, Catana dirigía en 1973 el Departamento de Arte y Cultura de la
UCMM.
Quiero resaltar que Catana y Rafuchi se prepararon durante años en Italia.
Rafuchi asistió durante 7 años a la Universita degli Studi di Roma, como físico
nuclear; y Catana en el Conservatorio Santa Cecilia, donde se formó para ser
pianista de conciertos. Sin embargo, pudiendo quedase por Europa, para vivir en
Italia o Alemania, decidieron regresar en agosto de 1972 a su país, sabiendo
que no podrían realizar plenamente sus sueños académicos para los que se
formaron. En la familia, a Catana y Rafuchi le llamábamos “los Zeffirelli”,
mote que creo se los puso nuestro tío Artagnan.
Catana Pérez, como pianista, educadora musical y musicóloga es autora del libro, en dos volúmenes, "El universo de la música", el primer texto sobre la Historia de la música universal producido en República Dominicana, que obtuvo el Premio Anual de Didáctica en 1994; en agosto de 2006 publicó “Sinfonía de ideas en 4 movimientos”, a través de la colección del Banco Central de la República Dominicana; y fue coautora, junto al reconocido maestro dominicano Rafael Solano del importante libro "El merengue, música y baile de la República Dominicana", de la Colección Cultural Verizon, con el que obtuvieron el Premio Nacional Feria del Libro Eduardo León Jiménes 2004, siendo la primera mujer en alcanzar este galardón.
Alguien comentó: “Catana, entendemos,
es ante todo una esteta, una mujer artista, dueña de sí misma, pero
que, no obstante, se aproxima con inocencia a cada estación donde el ser se
hace frágil o fuerte, o viaja de manera itinerante a una cumbre donde se
fortifican las voluntades para no sucumbir ante el vendaval y los infortunios
que traen los necios. De ahí, que como musicóloga haya creado un estilo muy
peculiar de enseñanza: el de narrar -pausadamente y con calidez-
los episodios del arte en torno a los cuales giran sus trabajos de
erudición, y de investigación”.
Otra persona expresaba: “Catana Pérez
representa en nuestro país una de las generaciones más importantes
de maestros que hizo el milagro de que no pereciera en los jóvenes el
amor por la música clásica. Cuidadosamente, como una alondra,
Catana indujo a sus alumnos que asistían a los cursos de apreciación
musical en el Teatro Nacional a despertar su sensibilidad para saber apreciar
el valor de las obras y elogiar los elementos de lo
puro como sustentadores del arte en adicción a la hazaña y a la grandeza
del artista que hace suyo -de manera exclusiva- contar con alegrías o
llantos lo que el mundo desgarradoramente le inspira o lo que descubre del
mundo en el hechizo de las apariencias”.
Es digno de elogio el trabajo de
apreciación musical que Catana desempeñó en el Centro Cultural Babeque a través
de lo que sus mismos alumnos denominaron “Cat Spa Musical (Cat, por Catana).
Como expresara alguien: “Catana Pérez
representa en nuestro país una de las generaciones más importantes
de maestros que hizo el milagro de que no pereciera en los jóvenes el
amor por la música clásica. Cuidadosamente, como una alondra,
Catana indujo a sus alumnos que asistían a los cursos de apreciación
musical en el Teatro Nacional a despertar su sensibilidad para saber apreciar
el valor de las obras y elogiar los elementos de lo
puro como sustentadores del arte en adicción a la hazaña y a la grandeza
del artista que hace suyo -de manera exclusiva- contar con alegrías o
llantos lo que el mundo desgarradoramente le inspira o lo que descubre del
mundo en el hechizo de las apariencias”.
En la Feria Internacional del Libro
2017, le fue dedicada a Catana una calle dentro de la feria, por el Ministerio
de Cultur
En alguna parte leí también de otra
persona que “la vida de Catana se puede biografiar sin máscaras, porque ella es
una protagonista prudente, que nunca se ha dejado desbordar por el egoísmo
o ambición alguna, ni ha solicitado tener un primer plano en
nada, excepto en transmitir la esperanza de manera intensa cuando alguien tiene
la fiebre del desconsuelo o la enfermedad de la desilusión”.
Su último gran proyecto que venía
realizando con un entusiasmo desbordante era el de los “Ángeles de la Cultura”
del Despacho de la Primera Dama, donde Catana venía acercando el universo de la
música a las nuevas generaciones, sobre todo las ubicadas en sectores populares
y en barrios marginados.
Si me
preguntarán mi valoración sobre Catana, yo privilegiaría no a la
pianista-concertista, no a la musicóloga, ni a la excelente investigadora
musical, sino a la brillante educadora musical. Solamente una educadora de
vocación puede decir lo que Caty le expresó a Patricia Solano en una entrevista
que le hizo a través de SIN, el 26 de octubre de 2014, cuando afirmó: “Se
aprende mucho, enseñando”. Los que somos educadores podemos entender esta
afirmación de Catana.
Caty nos espera a todos en la otra orilla, donde estoy
seguro nos recibirá con aquello que ella sabía hacer: una música celestial.
Desde el cielo, Catana
tus ojos siguen brillando,
tu sonrisa siga alegrando
y tu magia musical
nos sigue contagiando.
Ya no necesitas los juegos de mesa
Trivia, Pictionary, Indicios y otros,
Ya no necesitas seguir series interesantes por Netflix
Ni bailar merengues, pues lo hacías muy bien.
Estas en la Casa del Padre,
Has entrado por la puerta del Hijo,
Pues tenías la llave del Espíritu Santo.
Estas en la Casa de la Trinidad,
donde Dios mismo secará tus lágrimas
y te hará participar de la fiesta que no tiene fin.
Te fuiste a la otra orilla,
En la madrugada de este día 12 de septiembre,
Donde la liturgia recuerda el dulce nombre de María.
La Palabra de hoy en la liturgia
Me sirvió de bálsamo consolador en tu partida
Pues nos habla en Colosenses del amor como la unidad consumada,
El salmo 150, es tu salmo preferido,
porque le dicen “la sinfonía de los salmos”,
Que invita a todo ser que alienta que alabe al Señor, y el evangelio de Lucas nos invita
a amar a los enemigos,
hacer el bien a los que nos odian,
bendecir a los que nos maldicen
y orar por los que nos injurian,
a presentar la otra mejilla al que te pegue,
a dejarle también la túnica
al que te quita la capa
a no reclamar al que te lleve lo tuyo,
a tratar a los demás como quieres que ellos nos traten,
a ser compasivos como el Padre es compasivo,
a dar una medida generosa, colmada, rebosante,
porque la medida que usen, la usarán con ustedes.
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miércoles, 25 de septiembre de 2019
BREVES COMENTARIOS SOBRE LA NOVELA ANTHONELA, REALIZADO POR LUIS QUEZADA
Anthonela
Una historia de
amor que podría ser la tuya
Antonio Francisco
Rojas Collado
Breves comentarios sobre la
novela
Luis Quezada
Hace 50 años (1968), un
servidor comenzó a dar clases en el Colegio “Santo Domingo Savio”, que presidía
la Srta. Ana Virginia Ferreiras Guzmán.
Cincuenta años después (2018),
un ex – alumno de la Srta. Virginia y de un servidor, el dinámico, creativo e
inquieto joven Antonio Francisco Rojas Collado, produce su primera cosecha
literaria: “ANTHONELA”.
Antonio Francisco es hijo de
una pareja muy querida por quien suscribe, ya que Guigue Rojas fue uno de los
primeros alumnos de la Srta. Virginia, que tengo entendido, si mal no recuerdo,
que ella lo alfabetizó, a petición de doña Cheíta, una mujer muy dulce y
encantadora. La madre de Antonio Francisco es Melenny Collado, que fue mi
profesora de español en Bachillerato, y quien descubrió mis condiciones
personales ante la Srta. Virginia. Ella es hermana de Fabio Collado, a quien
siempre he estimado como un hermano.
Me ha sorprendido Antonio
Francisco por dos razones: en primer lugar, por atreverse a incursionar en la
narrativa literaria, a través de una novela muy insinuante, evocadora y
provocadora. En segundo lugar, me ha prestigiado queriendo dedicarme en parte
su trabajo a una persona que tuvo la dicha de ser su profesor en la etapa
primaria de su vida. Agradezco tal distinción.
A través de una amiga común,
la Lic. Keila González, que es la prologuista de la obra, supe de este proyecto
hermoso de Antonio Francisco. Creo que su abuelo, don Antonio Rojas Badía, debe
sentirse orgulloso de que en su prole familiar, uno de sus nietos incursione en
el quehacer literario.
Me llenó de mucha satisfacción
que Antonio Francisco dedique su novela de un modo especial a Ligia Minaya Belliard,
que ya vive en la casa de los bienaventurados. Desde allá, Ligia, escritora de
fuste, te seguirá inspirando, incentivando y alentando, pues supo ver tus
condiciones “cuando Anthonela recién nacía”.
El breve prólogo de Keila
recoge hermosamente el latir de la novela: “Anthonela es la historia que todos
hemos vivido alguna vez, ese amor de secundaria que casi todos hemos tenido,
salvo aquellos que no se atrevieron a rebelarse contra los típicos mandatos de
la mayoría de progenitores. También -continúa diciendo Keila González – es la
historia de amor prohibido que muchos conocemos, cargada con el ingrediente
chispeante de los celos y con la rabia inevitable que se siente por no poder
gritar a los cuatro vientos que se ama visceralmente a alguien”.
Es de mucha carga emotiva el
testimonio que recoge el autor de Juan Santos, quien se considera “testigo del
nacimiento de Anthonela, cuando aún rondaba entre la cien y el corazón del
artista”.
Después de una brevísima
introducción del autor, estilo poco común en la narrativa pero no descartable,
el autor nos introduce en lo que será la dinámica afectiva de la novela en
cuestión. Nos presenta los SUJETOS de la novela (Frank – Anthonela); el LUGAR
donde se da la trama narrativa (El Colegio); el OBJETO de la misma (encontrar
el amor verdadero).
El índice nos presenta el
marco estructural de la novela, diseñada en 18 ligeros capítulos o apartados.
El número 18 deja entrever inconscientemente que estamos ante una construcción
“mayor de edad”.
La novela culmina con un corto
epílogo de tres párrafos, que traduce en nostalgia espacial y temporal una
ilusión que todavía pervive en los fueros internos del corazón de ambos, pero
que alberga la esperanza de que “el destino…nos haría reencontrarnos de la
forma menos esperada, para darnos una nueva oportunidad de ser felices”. El
autor define para cerrar el drama de Frank y Anthonela como algo “que solo
puede existir entre dos almas gemelas”.
Quiero, pues, reaccionar ante
esta obra, que me parece una bella ilusión literaria de alguien que balbucea en
las lides de la narrativa.
Lo primero que quiero resaltar
es que su autor no es un escritor consumado y dedicado. Es un joven brillante
en su quehacer profesional, moviéndose “en altos puestos gerenciales”,
presidiendo varias organizaciones, donde ha sido exitoso su trabajo como
gerente ejecutivo; él mismo se considera un promotor de alianzas y sobre todo,
un mecenas educativo. Se percibe como un hombre de alta vocación de servicio
social.
Incluso este primer libro que
nos entrega, él lo percibe como “una responsabilidad social”. Esta novela
intenta ser un reto para “despertar todos los sentidos” e incluso, el autor
desea que su puesta en circulación sea algo poco común, no por puro esoterismo,
sino que sea capaz de simultáneamente armonizar la sensibilidad humana y la
responsabilidad social. Me parece un gesto y un proyecto de su parte poco común
en jóvenes tan tiernos como él.
Yo sé de dónde le viene esa
sensibilidad humana, acompañada de tan acrisolada responsabilidad social. En
primer lugar, de sus padres, de la familia Rojas-Collado; ambas familias han
tenido un norte claro en este sentido, con respecto a los ascendientes de
Antonio Francisco; en segundo lugar, por el Colegio “Santo Domingo Savio”,
donde se echó la zapata educativa de su personalidad. El mismo me ha confesado
que lo marcó para siempre cuando lo escogieron para dar clases en la escuela
nocturna que tenía el Colegio. Fue un año que sembró valores que no se borran
con los años; al contrario, se van acrecentando, a medida que uno asume
compromisos personales y profesionales con la sociedad donde le ha tocado
vivir.
Pienso que en gran parte,
“Anthonela” es una experiencia autobiográfica del autor, en los tiempos que se
fue a hacer el bachillerato en el Colegio “Las Américas” de Santiago.
Creo que una presentación
formal de esta novela implicaría muchas cosas para sintonizar con ella: música,
baile, una pareja expresando rítmicamente su corporalidad; en una palabra, debe
ser una verdadera fiesta de los sentidos, un derroche de sensibilidad humana y
responsabilidad social.
No me atrevo a usar el bisturí
de la crítica literaria que generalmente utilizo en el quehacer literario del
Ateneo, al cual pertenezco, como miembro del movimiento Interiorista, creado
por ese gran maestro de la lengua, el insigne mocano Dr. Bruno Rosario
Candelier, quien fue exaltado hace pocos años como inmortal del Templo de la
Fama de la Provincia Espaillat.
No. Me limitaré a degustar el
tejido textual que fue hilando Antonio Francisco en su construcción narrativa.
Si se me permite, quiero hacer de mi auscultación literaria, una noveleta
dentro de la novela de Antonio Francisco.
En su primer apartado
narrativo, que por la brevedad no se si llamarlo capítulo, todo transcurre como
un “PRIMER DIA”, comenzando con el “bus escolar” y culminando con “esa
silla al lado de Anthonela”. La construcción de este primer apartado es ligera
y ubicante. Aparecen los dos protagonistas (Frank – Anthonela); aparecen sus
acompañantes (Ernesto, que protege a su hermana Anthonela; y Augusto, hermano
de Frank, que presenta a su hermano con Ernesto). Y también aparece Laura,
amiga y confidente de Anthonela. “Primer día” llena su cometido: el encuentro.
El segundo apartado lleva un
nombre muy feliz: “MI RELIGION”. Al iniciarlo, cualquiera se imagina que
ambos protagonistas se van a conocer en sus niveles confesionales. Nada de eso.
Se trata solamente de la religión de Frank. Se llama: “Anthonela”. Dice el
autor: “Conocerla cada vez más se volvió una necesidad para mí, de manera que
observar y reconocer su mirada, su dulzura y su belleza era mi trabajo de cada
día, el cual hacía con una devoción casi religiosa”. La descripción que hace de
los tres grandes grupos en que estaba dividido su curso, es muy gráfica y
chispeante. Su Anthonela pertenece al segundo grupo, a cuyos miembros le
llamaban “jevitos o plásticos” y parecían ser “hijos de papi y mami”.
Su tercer apartado “EL
PRETEXTO”, es extremadamente corto, pero preciso en su objetivo: tener una
excusa perfecta para acercarse a Anthonela. La “paletera de Alex” le facilitó
“el encuentro casual diario y amistoso con Anthonela”. El pretexto era
sencillamente “darle una menta”.
Del pretexto pasamos a “LA
SORPRESA”, nombre del cuarto apartado, donde suceden “las primeras ráfagas
de celos” y su “primer sufrimiento por amor”. Si en el apartado anterior, el
sentimiento “era como el aire, no importa la cantidad que inhales, siempre
necesitas más para vivir”; en el apartado siguiente, Frank exclama: “¿Por qué
siento que me falta el aire?” No se si el autor lo hizo conscientemente, pero
con ambas frases juega hermosamente a expresar explosiones afectivas opuestas
que bullen en su interior.
Su antagonista -que él no
llama por su nombre- y que se llevó a su Anthonela en una “Ford 350”, le hizo
pensar si no se “había enamorado de la persona equivocada” o que se trataba de
“un amor imposible”. El autor, a través de su personaje protagónico, lo expresa
así: “Mientras yo le regalo mentas, este joven la recoge en su camioneta del
año y puede ofrecerle cosas que obviamente yo no puedo”.
‘RENDICION”, su quinta entrega,
es el autoconvencimiento de que él (Frank) había perdido el control de su
propia vida y cayó en la cuenta de que ella (Anthonela) tenía el control de su
vida “y la capacidad de convertir mis días en dolor o felicidad”. Creo que
desde el punto de vista psicológico, este apartado es uno de los mejor
trabajados por el autor, a pesar de su excesiva cortedad.
“LA OPORTUNIDAD” es la antípoda de
las dos entregas anteriores. Un nombre simboliza la nueva oportunidad que se le
presenta a Frank en su vida: se llama Griselda, una maestra que le daría clases
particulares, para rellenar sus lagunas académicas, ocasionadas por sus delirios
afectivos. Pero, ¿por qué la maestra Griselda se convierte en “la oportunidad”?
Porque también Anthonela había decidido tomar clases con ella “y que ella al
enterarse de que yo iría allí, promovió que fuera con la misma maestra”. Ahora
tendría la oportunidad de verse no solamente en el colegio sino en la casa de
la maestra-refuerzo. Sin querer, Griselda se convirtió de un refuerzo académico
en un refuerzo afectivo. Desde el punto de vista de la trama literaria, este
apartado está bien logrado.
“CONTRAGOLPE” es la antítesis del
apartado anterior. Después que Rodríguez, su amigo, lo lleva a la casa de la
maestra, un vehículo de lujo se adelanta a ellos y los llena de polvo. Es su
contrincante, que trae en su hermoso carro a su hermosa Anthonela. El nombre de
su opositor no puede ser más certero: Adonis. El se interponía de nuevo entre
Frank y Anthonela. El autor cierra este contragolpe de esta manera: “Así fue
como empezó esa tarde, en la cual nació un nuevo sentimiento, ya no solo eran
celos, dolor, desilusión y rabia; ahora sentía impotencia y sobre todo,
cansancio de luchar”. Definitivamente, la caracterización psicológica de los
personajes que hace el autor, nos hace pensar si el que escribe es un novelista
o un psicólogo, pues juega magistralmente con los sentimientos que afloran en
aquel drama afectivo.
En “LA DECISION”, “un
Volkswagen del 1977” en malas condiciones que pertenecía a la maestra Griselda,
fue el detonante que le hizo entrar a Frank dentro de sí mismo y comenzar a
valorar su identidad, que hasta el momento, estaba alienada por el fetichismo
afectivo en que lo envolvió Anthonela. Fue la frase de la maestra al
responderle cuando le preguntó “por qué permitió que se deteriora tanto” aquel
“cepillo” amarillo que ella utilizaba para trasladarse años atrás al colegio
donde ellos recibían docencia, lo que le hizo despertar: “Aquello que no
valoras, ni le das mantenimiento, llegará el día en que se convertirá en un
estorbo, su reparación costará tanto que no valdrá la pena”. Intuyo que aquí se
da el paso de la exterioridad afectiva a la interioridad que nos identifica
como un ser único e irrepetible. De nuevo, un gran logro literario y hasta
filosófico del autor.
“LA ESCALERA” da nombre al lugar
en una discoteca donde Frank ve descender sola a su Anthonela. “Hoy o nunca”
fue su consigna interior, “es mi oportunidad de poder bailar con ella”. Frank
“dio la bienvenida a esta bella mujer que se había llevado consigo mi aliento”.
Note el lector que el autor no habla en tercera persona y cuando se refiere a
Frank está hablando de sí mismo. Por eso, la condición autobiográfica de esta
narrativa salta a la vista.
Continuando en el ambiente de
la discoteca, “EL BAILE” nos lleva a la experiencia más erótica hasta
ahora narrada en la novela. Todo se inició al ritmo de la canción de Fernando
Villalona, “Me muero por ti”. El autor dice: “Estábamos haciendo el amor
bailando”. Lo que sucedió en los bailes continuos de aquella discoteca, trazó
la línea de Pizarro afectiva. Ni el arrebato de Adonis, su contrincante, “quien
de manera poco gentil me arrancó a Anthonela de los brazos y la sacó de la
pista alejándola de mí, sin entender que el destino había hablado, que ya no
existía fuerza humana que alejara estas dos almas y que era solo cuestión de
tiempo para que se consumara el noviazgo”. Estamos en el corazón de la novela,
en su epicentro literario.
A partir de la experiencia de
“el baile”, comenzó una prolongada y profunda “COMPLICIDAD” afectiva
entre Frank y Anthonela. “Romance
anónimo, de Narciso Yepes” henchía de vibrante amor las entrañas de Frank.
El protagonista era consciente de que “me había llegado el momento”. Sigue el
autor hablando en primera persona, refiriéndose a Frank.
Debajo de un árbol se vivió
míticamente la experiencia parejal de Adán y Eva. Debajo de un árbol, Anthonela
le expresa “la decisión de terminar su relación con Adonis”. Surgen en Frank
“mis primeras lágrimas de amor” ante aquella confesión esperanzadora. Todo se vuelve
canciones, cartas, poesías, mirarse al espejo. Está viviendo la magia del amor.
Ya el contrincante está fuera del camino y no se interpone entre ellos. La
felicidad adquiere una connotación eufórica, “por fin mis sueños se hacían
realidad”.
Con el apartado titulado “EL
BESO”, dice Frank (y el autor) “así empezó mi noche, la noche que no
olvidaré jamás”. La canción de Juan Luis Guerra “25 horas” “que plantea que ese
tiempo no es suficiente para amarse”, se convirtió en su himno de amor. Los cuatro
párrafos finales de este apartado son una hermosa descripción del beso que
experimentaron Frank y Anthonela. Como una nueva Eva, ella fue la de la
iniciativa: “Bésame”. El entresijo de labios, lenguas y fluídos es tan intenso
y tan real, que todo parecía “un sueño del que no se quiere despertar”.
Después del éxtasis del beso,
viene casi por inercia “EL RITUAL”. Lo empezó Frank con su madre,
tomados de la mano, girando y saltando. Luego continuó donde Oliva, su querida
amiga. Allí esperaría a su Anthonela. Allí se juntaron Oliva y Rodríguez, “las
dos personas más importantes en mi lucha por este amor” y allí “tendría la
oportunidad de darles la noticia”. Allí se repitió de nuevo el éxtasis labial
“y la besé como si no hubiera mañana”. En un momento, ella le dijo “las
palabras mágicas que hasta ahora no había escuchado de sus labios. Te amo”.
El apartado termina con un
párrafo cargado de extrañezas: “Llegué a la casa y la llamé enseguida, le
confesé que era muy feliz y que también la amaba. En medio de esa conversación
apareció una solicitud de mi amada, y una promesa hecha por mí que cambiaría
esta historia para siempre, y que he cumplido por más de veinticinco años? Si
esto no es un nudo literario, ignoro lo que es el segundo criterio de toda
novela, que inicia con una presentación, pasa por el nudo y termina en un
desenlace.
Por eso, considero muy
acertado que el apartado siguiente lo titule “EL SECRETO”. Una larga
llamada telefónica, interrumpida por una breve pausa, destapó una solicitud por
parte de ella que él no comprendía en aquel momento: “me pidió mantener en
secreto nuestro noviazgo hasta que fuera el momento oportuno para hablar sobre
ello con otros”. Aquel amor “que había puesto mi vida de cabeza, y que para
colmo, ahora que finalmente lo había logrado, no podía compartirlo con nadie”.
Sin dudas, aquí está el gran acertijo de toda la novela.
El secreto comienza a
develarse lentamente al llegar a “EL PALACIO”, aquella tarde que ella me
invitó ir a su casa. Anthonela le sugirió a Frank que pasara a buscar a
Rodríguez “para que no llegara solo”. Primer velo que se cae del misterio.
Cuando se comunicó para decirle que salía para su casa, “ella me informó que
tendría que dejar el carro fuera y lejos para que si alguien llegara, no se
percatara de mi presencia”. Segundo velo que se cae.
Cuando entró, pensó que no
llegaba a la casa de su amada, sino “al palacio de una reina”. Tercer velo que
se cae. Cuando ella salió a recibirlos, “nos susurró que habían llegado unos
amigos de su hermana y nos pidió que entráramos por la parte trasera para no
ser vistos por ellos”. Cuarto velo que se cae. ¿En qué terminará todo esto?
Hasta aquí, el autor deja embriagado al lector de una espera desesperante, de
una intriga contagiosa y de una incertidumbre misteriosa. Esa es pues, una
buena cualidad del bien narrar, lo cual le apunta en su haber un tanto al
autor.
Algo grande se interpone entre
Frank y Anthonela. Y no es Adonis. Es algo más grande, al parecer. Por eso, el
apartado siguiente lo titula magistralmente “ELLA, EL MAR Y YO”. ¿Acaso
existe algo más grande e inmenso que el mar en nuestro planeta? Tengo que
confesar que todo lector avieso como yo, se adelanta a la narrativa, para
imaginar su desenlace. He quedado frustrado en mis pretensiones. Supuse que
este apartado abriría la brecha inconmensurable entre Frank y Anthonela.
Fracasé en mi pretensión, porque no era la intención del autor. Me sentí
despistado. Lo que yo imaginé como el fracaso de un amor, el autor lo llama “el
bautizo de nuestro amor”. Me sentí más perdido que “el hijo de Lindbergh”. A
pesar de que Adonis en cierta manera les persigue, allí no reside ya el
problema. Tengo que confesar que al leerlo pensé que era un capítulo brillante
desperdiciado. Me hice muchas elucubraciones, pensando que la metáfora del mar
era la dimensión adecuada de aquel nudo. Pero en este capítulo, el mar no era
una metáfora, sino que estaban en la casa de verano de la familia de Anthonela,
donde se vislumbra el mar por todas partes. Confieso que este capítulo me rompió
el esquema preconcebido que todo lector se va haciendo cuando está llegando al
final de una novela. Me dije: “carajo, aquí no pasó nada; que desperdicio de
oportunidad literaria”. Sin embargo, las entregas siguientes disiparán
totalmente mi sabor amargo.
De entrada, me confunde más el
título del apartado: “LADRON DE AMOR”. Pienso automáticamente: alguien
le arrebata a Frank el amor de Anthonela. Y me equivoco medio a medio. Su
lógica literaria sigue divorciada de la mía. En este apartado encontramos una
Anthonela decidida a todo. Se fue a dormir a casa de Gina, “para que nada ni
nadie pudiera empañar esa noche tan esperada”. Dice Frank: “Me parecía
increíble y me daba muchas fuerzas ver cómo Anthonela estaba dispuesta a
fugarse”. Y añade: “Por primera vez me sentí como un verdadero ladrón de amor”.
Frank pudo aquilatar la firme decisión de Anthonela: “Dejó de temblar y me
pidió que le prometiera que pasara lo que pasara, nunca dejaría de cuidarla, de
luchar por ella y de protegerla”. En aquel momento “nos besamos y tomados de la
mano decidimos iniciar la noche dispuestos a dejarnos llevar por el destino”.
Llegan a “un lugar hecho para
los enamorados” y “cuando menos lo esperábamos y más nos divertíamos, vimos que
hacían su entrada Ernesto y Adonis, como dos personas más que buscaban
entretenerse”. Lograron esconderse y escabullirse de aquella no grata presencia
y llegando a un lugar paradisíaco, “Anthonela se lanzó a mis brazos
repitiéndome varias veces: Nunca dejes de luchar por mí”. El párrafo final es
elocuente: “En ese momento tomé su rostro entre mis dos manos, acerqué su boca
a la mía y allí mismo bajo aquella luna rodeada de mil estrellas, se produjo
aquel beso cargado más que todo de un deseo inmenso por hacerla mía, y como si
ella hubiese sentido lo mismo, me miró fijamente y me invitó a un lugar
secreto, diciéndome con la mirada que estaba preparada y decidida a todo”.
Así llegamos al apartado
final, titulado “LA REVELACION”, donde tampoco nuestros adelantos
imaginativos acerca del desenlace fueron acertados. Esto cualifica más la
calidad del trabajo narrativo del autor.
Dicen que la luna es cómplice
de nuestros sentimientos y afectos más hermosos. Por eso, este apartado final
comienza con ella, en un rincón secreto de la playa. Como muy bien señala el
autor, hablan más los cuerpos que las palabras. Hemos llegado al clímax de una
verdadera “historia de amor”.
Anthonela hace una advertencia
premonitora: “Si algún día la distancia nos separa Frank, solo tendremos que
mirar la luna en cualquier parte que estemos y nuestros corazones se unirán en
aquel mismo instante”.
El lenguaje de las miradas es
el más elocuente: “Mírame a los ojos, no quiero olvidar este momento jamás”,
suplicó Anthonela.
El amor intenso hace que el
tiempo se detenga. Los griegos tenían dos palabras para hablar del tiempo:
Cronos y Kairós. El primero es el tiempo cuantitativo, el del reloj; el segundo
es el tiempo cualitativo, donde suceden las grandes cosas de la vida. Es el
tiempo oportuno.
En aquel lugar de la playa,
bajo la luz de la luna, Frank y Anthonela viven plenamente su Kairós: “la miré
y sentí cómo se paralizó el tiempo”, dice Frank.
Frank insiste en que el tiempo
no pase; Anthonela enfatiza que no cierre los ojos: “Mírame, no los cierres. Yo
nunca los cerraré al besarte, pues adivino en el brillo de tu mirada lo grande
y fuerte que es tu amor por mí”.
El autor se vale de un augurio
para cifrar el destino que espera a estas almas gemelas: “se levantaron desde
el horizonte cuatro aves blancas de gran tamaño, agitando sus alas a gran
velocidad y dirigiéndose hacia nosotros…llegamos jadeantes al lobby del hotel,
sin percatarnos de que esto había sido una señal de que uestro amor estaría
sometido al mayor reto que pudieran enfrentarse dos almas gemelas, el tiempo y
la distancia. Cada ave significaría tres años de distancia sin vernos y sin
saber uno del otro, pero eso lo sabríamos algún tiempo después”.
Y sorpresivamente, el autor no
nos da explicaciones del desenlace que obligó a separarse a dos personas que
nacieron para amarse. El “EPILOGO” es abrupto en su cierre: el tiempo y la
distancia separaron aquella pareja: “doce años sin verla y una distancia de 170
kilómetros de separación; mundos totalmente construidos, sin haber tenido la
oportunidad de vernos, ni saber de cada uno durante todo ese tiempo”.
Pero la narrativa termina con
un sabor esperanzador, que no describe, sino que juega con “la loca de la
casa”, la imaginación, aquella que es mayor que la inteligencia y sobre todo
más adecuada tenerla a nuestro lado en momentos difíciles. Como dijo una vez el
genio de Einstein: “En tiempos de crisis, la imaginación es más importante que
la inteligencia.”
Un hálito lleno de una brisa
suave cargada de esperanza sale al final de la pluma del autor en su penúltima
frase: “Pero una vez más, el destino jugaría una ficha impensable y nos haría
reencontrarnos de la forma menos esperada, para darnos una nueva oportunidad de
ser felices”.
Y la frase final nos transforma
los sentidos, dejando los ojos luminosos, la piel erizada, el olfato perfumado
el oído aguzado y el tacto ansioso: “Porque a pesar de todo lo que habíamos
construido, siempre existió un vacío y una búsqueda inconsciente que solo puede
existir entre dos almas gemelas”.
Concluyo mis ponderaciones
sobre esta hermosa narrativa de Antonio Francisco Rojas Collado, catalogando
esta novela como un velero suave, frágil, ágil, de ameno discurrir, intrigante,
evocadora de sentimientos encontrados, provocadora de vivencias íntimas, de un
candor exquisito, facilitada por una pluma que parece volar más que escribir,
sentir más que razonar, imaginar más que pensar.
Y lo más importante: es
contagiosa. Nada mejor se puede decir de “ANTHONELA” que es “una historia de
amor que podría ser la tuya”.
MUCHAS GRACIAS
7 de julio de 2019
Una fecha evocadora para la
mocanidad.
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