The New York Times
Los efectos del cambio climático en la salud no tendrán una
distribución homogénea, y los menores serán los más afectados, según un nuevo
artículo de la revista médica The Lancet.
El artículo presenta una comparación de las consecuencias de
ese fenómeno en la salud humana en dos situaciones posibles: una, si el mundo
logra cumplir los compromisos asumidos conforme al Acuerdo de París y controla
las emisiones de tal forma que, para finales de siglo, el aumento en las
temperaturas globales se mantenga “muy por debajo de los dos grados Celsius”;
la otra, si el mundo no lo logra.
Según el informe, publicado el miércoles, si no se controlan
las emisiones, se observarán problemas de salud debido a enfermedades
infecciosas, mayor contaminación del aire, temperaturas elevadas y
desnutrición.
“Por cada grado de calentamiento, los niños nacidos hoy en
día enfrentan un futuro en el que su salud y bienestar se verán cada vez más
afectados por las realidades y peligros de un mundo más caliente”, explicó
Renee Salas, instructora clínica de medicina de emergencia en la facultad de
Medicina de Harvard y principal autora del resumen de política estadounidense
relacionado con el informe.
“El cambio climático, así como la contaminación del aire
debida a los combustibles fósiles que lo provocan, amenaza la salud de los
niños desde que están en el vientre materno, y esos riesgos se van
multiplicando a partir de ese momento”, se lamentó.
Los niños son especialmente vulnerables, en parte, debido a
su fisiología.
“Su corazón late más rápido que el de los adultos y su ritmo
respiratorio es más elevado que el de los adultos”, señaló Mona Sarfaty,
directora del programa sobre clima y salud en el Centro para la Comunicación
del Cambio Climático de la Universidad George Mason, quien no participó en el
informe.
En consecuencia, los niños absorben más contaminación del
aire, dado el tamaño de su cuerpo, en comparación con la que absorbe un adulto
en las mismas condiciones.
Por desgracia, a menos que los países detengan las
emisiones, es muy probable que aumente la contaminación del aire, la cual,
según el artículo, tan solo en 2016 mató a siete millones de personas de todo
el mundo. La quema de combustibles fósiles como el carbón y el gas también
expulsa al aire un tipo de contaminación fina llamada PM 2,5 que, si se inhala,
puede dañar el corazón y los pulmones. La exposición a aire contaminado con PM
2,5 está correlacionada con problemas de salud como falta de peso al nacer y
enfermedades respiratorias crónicas, por ejemplo, asma.
Algunas investigaciones publicadas en la revista médica The
New England Journal of Medicine tras la aprobación de políticas diseñadas para
mejorar la calidad del aire “muestran que los niños que crecieron cuando el
aire era de mejor calidad literalmente tienen más tejido pulmonar funcional”,
aseveró Sarfaty.
Además de las emisiones asociadas con la quema de
combustibles fósiles, el informe indica que las generaciones futuras estarán
expuestas a una creciente fuente de contaminación que produce partículas finas:
los incendios forestales.
Conforme aumentan las temperaturas, los incendios forestales
se hacen más frecuentes, en parte porque las temperaturas más altas secan la
vegetación y así corre más riesgo de encenderse. Ese humo, al igual que el humo
proveniente de la quema de combustibles fósiles, tiene efectos negativos en la
salud.
Según el artículo, desde mediados de esta década se ha
observado un aumento del 77 por ciento en el número de personas expuestas a
humo de incendios forestales en todo el mundo. Una proporción importante de ese
aumento ha ocurrido en India y China. Sin embargo, la temporada de incendios
forestales de 2018 en California (cuando Camp Fire se convirtió en el incendio más
mortífero y destructor del estado en términos de hectáreas quemadas) y la
temporada de incendios forestales de este año no dejan ninguna duda de que el
aumento de incendios también ocurre en Estados Unidos.
En los estados occidentales de Estados Unidos, el aumento de
los incendios forestales gigantes ha empeorado la contaminación del aire a tal
punto que ya anuló parte de los beneficios en la calidad del aire logrados
gracias a la Ley de Aire Limpio.
“Hay niños pequeños que han escapado de los incendios, pero
en realidad van a tener problemas de por vida”, comentó Gina McCarthy, antigua
administradora de la Agencia de Protección Ambiental. “Existen problemas de
salud mental que se desarrollan como resultado de estos fenómenos climáticos,
incendios e inundaciones que los niños no habían tenido que enfrentar, al menos
no con la frecuencia ni la intensidad que se observan ahora”.
El informe identificó muchos vínculos entre el cambio
climático y la salud mental, como la pérdida de propiedades y medios de subsistencia,
pero no cuantificó esa afectación.
Parte del riesgo de exposición que enfrentan los niños se
reduce al hecho de que pasan más tiempo al aire libre que los adultos, lo cual,
aunado a las diferencias en su fisiología, los vuelve más sensibles a la contaminación
con partículas finas. Debido a estos mismos factores, también es más probable
que sufran por los efectos del calor extremo asociado con el cambio climático;
ocho de los diez días más calientes registrados en la historia ocurrieron esta
década.
Las olas de calor experimentadas en Europa en 2003
ocasionaron la muerte de 70.000 personas. “Sabemos que el cambio climático
influyó en ese caso y es preocupante”, dijo Nick Watts, editor ejecutivo del
informe, y añadió que las olas de calor subsecuentes han provocado “decenas de
miles de muertes”.
Es la tercera ocasión en que The Lancet presenta un estudio
sobre los efectos del cambio climático en la salud, pero es la primera en que
el análisis se concentra en niños. “Nuestra premisa, desde una perspectiva
negativa, fue que los costos para la salud son enormes y se han subestimado. No
obstante, en la nota positiva, esperamos que, si se le asigna una posición
prioritaria a la salud en el ámbito del clima, observaremos beneficios tanto
para el público como para la economía, pues tendremos ciudades más limpias y
seguras, además de dietas más sanas”, subrayó Richard Horton, editor en jefe de
The Lancet.
Con tal propósito, el informe sí contiene atisbos de
esperanza. La intensidad del carbono, o la cantidad de energía que es posible
producir por cada unidad de gases de efecto invernadero liberados, ha
aumentado. Además, ahora más ciudades presentan evaluaciones para el clima con
soluciones detalladas que sería posible poner en marcha. Por desgracia, aunque
se han tomado estas medidas, las emisiones de gases de efecto invernadero
continúan al alza.
Los niños nacidos en la actualidad vivirán en promedio hasta
2090, afirmó Watts, e hizo notar que, si no cambian las emisiones de gases de
efecto invernadero, para ese entonces el mundo podría haber elevado su
temperatura cuatro grados más. “Tenemos una idea general de las consecuencias
desde la perspectiva del clima”, dijo. “Pero no tenemos ni la más remota idea
de qué implicará para la salud pública. Eso sí, sabemos que las consecuencias
serán catastróficas”.