Soy parte de una generación, que su gestión esta sustentada en la gente, con un tremendo sentido de humanidad y compasión por el individuo. Yo no hablo acerca de empresas, instituciones, fundaciones o patronatos, hablo acerca de individuos y de su habilidad para soñar y crear cambios. Cambios que están sustentados en cinco valores: Patriotismo, Optimismo, Humildad, Justicia y Perseverancia.
Este es el canal oficial de Antonio Rojas Collado, donde podrás encontrar una diversidad de contenido de alto interés que va desde entrevistas, referencias de libros, audios de autoayuda, deportes y mucho más. Te invitamos a ser parte de nuestra comunidad de You Tube y navegar junto a nosotros en este mundo de educación, enseñanzas y proyectos. https://www.youtube.com/@antoniorojasrd

domingo, 29 de septiembre de 2019

ENCUENTRO EN LA VEGA EL SÁBADO 28 DE SEPTIEMBRE, MOVIMIENTO INTERIORISTA DEL ATENEO INSULAR “HACIA EL VÍNCULO TRASCENDENTE DE LAS LETRAS” Fundado el 28 de julio de 1990 Moca, Rep. Dominicana





MOVIMIENTO INTERIORISTA DEL ATENEO INSULAR “HACIA EL VÍNCULO TRASCENDENTE DE LAS LETRAS” Fundado el 28 de julio de 1990 Moca, Rep. Dominicana

ENCUENTRO EN LA VEGA EL SÁBADO 28 DE SEPTIEMBRE

Fue celebrada en LA VEGA, el sábado 28 de septiembre, desde las 4.00pm. El punto de reunión es la Sociedad Cultural La Progresista (frente a la catedral de La Vega). 
RECITAL DE POESÍA CON POETAS VEGANOS: 4.00pm.
Con el maestro de ceremonias, Luis Quezada, invitamos a Rafael Hernández, Miguel Ángel Durán, Henry Santos Lora, Graciela Pérez, Ramón Cordero, William Acevedo, Rita Díaz, Reynolds Josseph Pérez Stefan, Carlos Salcedo y Jorge Suárez para que lean un poema de su autoría. El director de la Academia Dominicana de la Lengua, Bruno Rosario Candelier, entregará una presea de reconocimiento a los citados autores veganos.
Al término del recital nos iremos al Centro de Espiritualidad “San Juan de la Cruz”, en Lajas de la Torre, dSESIÓN DE ESTUDIOS LITERARIOS Y TERTULIA POÉTICA: 7.00pm
-Rafael Peralta Romero: Poética de Daniel Beltré
-Luis Quezada Pérez: Teología mística y creación literaria en Meister Eckhart
-Bruno Rosario Candelier: Poética de Emily Dickinson
-Poemas de Josanny Moní, Andrés Ulloa, Leopoldo Minaya y Quibian Castillo

sábado, 28 de septiembre de 2019

ATENEO INSULAR CELEBRARA ENCUENTRO EN LA VEGA ESTE SÁBADO

El Ateneo Insular celebrará el acostumbrado encuentro literario del Movimiento Interiorista este sábado, 28 de septiembre, las 4:00 de la tarde, en la Sociedad Cultural La Progresista, en La Vega.
El encuentro se iniciará con un recital de poesía con poetas veganos. El maestro de ceremonia, Luis Quezada Pérez, hará la presentación de los poetas Rafael Hernández, Miguel Ángel Durán, Henry Santos Lora, Graciela Pérez, Ramón Cordero, William Acevedo, Rita Díaz, Reynolds Josseph Pérez Stefan, Carlos Salcedo y Jorge Suárez, los cuales leerán poemas de su autoría.
Acto seguido, el director de la Academia Dominicana de la Lengua, Bruno Rosario Candelier, entregará una presea de reconocimiento a los citados autores veganos, por sus aportes al cultivo de las letras.
Al término del recital los escritores interioristas se trasladarán al Centro de Espiritualidad “San Juan de la Cruz”, en Lajas de la Torre, donde será celebrada la sesión de la noche con sus acostumbrados estudios literarios y tertulia poética.
Expondrán los escritores: Rafael Peralta Romero, sobre la Poética de Daniel Beltré; Luis Quezada Pérez, acerca de la Teología mística y creación literaria en Meister Eckhart y Bruno Rosario Candelier, expondrá sobre la Poética de Emily Dickinson.
Finalizado estos estudios los poetas Josanny Moní, Andrés Ulloa, Leopoldo Minaya y Quibian Castillo leerán versos de su autoría. En la sesión dominical, para el estudio de la narrativa, el escritor Miguel Solano expondrá una teoría del cuento, de su autoría, y los narradores Sandra Berroa, Rosbelisa Berroa, Rafael Hernández, Aracelis Mena y León David leerán cuentos de su creación.
Estos encuentros del Ateneo Insular procuran el desarrollo intelectual, estético y espiritual de los participantes de manera que podamos plasmar, mediante el estudio de la lengua y el cultivo de las letras, el arte de la creación literaria con la poética del Interiorismo para aderezar nuestras intuiciones y vivencias con belleza sutil y sentido trascendente. (Texto: Miguelina Medina).

viernes, 27 de septiembre de 2019

FRASES ANTHONELA

“Si algún día la distancia nos separa, solo tendremos que mirar la luna en cualquier parte que estemos y nuestros corazones se unirán en aquel mismo instante”.

HASTA PRONTO, CATANA. TU PRIMO, LUIS MAXIMILIANO QUEZADA PEREZ

Catana Pérez

En nuestra familia, ella fue siempre la mayor.
Hija mayor de Persiles Ayanes Pérez Méndez y Mercedes Concepción Núñez Santos (Titá); hermana mayor de Ricardo Ayanes, Pericles Persiles y Luisa Altagracia; nieta mayor de Ricardo Armando Pérez Medina y de Ana Amantina Méndez Pérez; prima mayor en nuestra familia, que nos llenaba de orgullo por sus excepcionales dones musicales y artísticos; madre de su única hija, Liúsik Cuello Pérez, que trajo al mundo junto a su adorado esposo Rafael Amable de Jesús Cuello Hernández (Rafuchi); y abuela de su único nieto, Antonio Manuel López Cuello.

Ella cruzó a la otra orilla.

Inició la travesía del río de la vida en Moca, su pueblo natal, un 25 de noviembre de 1948, día que el Santoral consagra a Santa Catarina. Vino al mundo en la Clínica Guadalupe, bajo los cuidados del Dr. Antonio Rojas Badía. Nació extraída de pies, una hermosa niña de ojos verdes, alumbrada por su madre Titá.

Mercedes Catana Sigismunda era su nombre completo. Su padre la declaró con el nombre de Mercedes por su madre Titá (Mercedes Concepción) y por la Virgen del Cerro, la madre de los cibaeños; el nombre de Catana fue seleccionado por tío Ayanes, pues en el mes de septiembre de 1948, se exhibió en el Cine Olimpia de Ciudad Trujillo la película titulada “Un Capitán de Castilla”, interpretada por Tyrone Power y Jan Peter. Estaba basada en una novela de un norteamericano de apellido Shellabarger. La película versaba sobre la conquista de México. Jan Peter era la heroína de la obra fílmica, en la cual caracterizaba el rol de una bella moza española, de Jaen, llamada Catana Pérez. Al salir del cine, tío Ayanes pensó: si Titá alumbra una niña como se espera, ya está escogido su nombre. (Ver “Mis vivencias en Moca”, de Ayanes Pérez, pp. 231-232).
A los nombres de Mercedes Catana, tío Ayanes le agregó un tercer nombre, Sigismunda, para cumplir con la obra de Cervantes, “Los trabajos de Persiles y Sigismunda”, que llevaba su primer nombre (Persiles Ayanes).

Catana fue bautizada por el sacerdote salesiano Sixto Pagani, en la iglesia en construcción del Sagrado Corazón de Jesús, del cual es devoto tío Ayanes. Los padrinos bautismales de Catana fueron Persio Villavizar y Altagracia (Tatica) Cartagena.

“Lo que ignorábamos era que habíamos gestado una criatura musical”, expresa tío Ayanes. Y explica la siguiente anécdota: “Cuando ya tenía siete meses, Titá me pasó el biberón de las once para que se lo suministre. Sentado frente al viejo radio Zenith de mi suegra, mientras libaba de la tetera, comenzó a sonar en la radio la música de la canción del cubano White, La Bella Cubana. De pronto, la niña deja de comer e irrumpe en llanto. Sorprendido de tan repentino lloro, se me ocurre mover el dial, se interrumpe la canción, cesa el llanto y la niña continúa tomando su leche. Titá, al escuchar el llanto, se acerca y también luce sorprendida. Por mera curiosidad, a manera de comprobación, sintonizo nuevamente la melodía y se repite la escena del llanto. Era el preludio de una vocación recóndita, que volvió a manifestarse en la Navidad en que había cumplido su cuarto año de nacida”.

Sigue relatando tío Ayanes: El “Niño Jesús” le trajo de presente un piano de juguete color vino, cuya “vida”, pensé, sería efímera como acontecía con la mayoría de los juguetes de los niños. Sorpresivamente, menos de un mes después, la escuchamos tocar, de oídas, la canción que estaba de moda entonces: “Doce Cascabeles”, popularizada por los Churumbeles de España. Así descubrimos la vocación, parece que heredada de su ascendencia materna, tanto su madre como su abuela entonaban cual si leyeran música. Titá tenía una hermosa voz de soprano”. (Cf. Mis vivencias mocanas, p.233).

Catana comenzó sus estudios escolares y musicales en Moca, en el Colegio María Auxiliadora, donde hizo el pre-primario con Sor Esther Fuentes. Sus estudios primarios y de bachillerato los realizó en el colegio Luis Muñoz Rivera, donde también se graduó de secretaria bilingüe.

Sus estudios formales de piano los comenzó en la Escuela Elemental de Música, que dirigía la consagrada pianista Elila Mena. Tomó clases de piano con la profesora Maricusa del Monte. En el Conservatorio Nacional se graduó de profesora de piano en 1966 siendo pupila del Maestro Vicente Grisolía y la Maestra Mary Siragusa.


Catana siempre recordaba con júbilo a sus grandes mentores del Conservatorio: a Flor Marten-Ellis y Aura Marína del Rosario en Solfeo; a Vito Castorina y Manuel Marino Miniño en Armonía; las inolvidables vivencias pedagógicas de Gracita Senior de Pellerano; las clases de composición de Manuel Simó; las exigentes lecciones de Historia de la Música impartidas por Margarita Luna, complementadas luego por  Ramón Díaz y Francois Bahaud; las lecciones de piano con Mary Siragusa de Geraldes y las infinitas y memorables horas frente al teclado orientadas por Vicente Grisolía.

En 1967 participó en el Curso de Verano de la National Music Camp de Interlochen, en Michigan, donde obtuvo certificados en Piano, Historia de la Música, Análisis y Coro.

En 1968 asistió al Curso de Dirección de Orquesta que el Maestro Enrique García Asencio impartió en el Auditorio de Bellas Artes y en 1981 participó en el Seminario de Interpretación pianística impartido por Alberto Pomeranz.

De 1969 a 1972 hizo, en el Conservatorio de Santa Cecilia, en Roma, un postgrado de piano con los profesores Pietro Scarpini y Emma Contestable obteniendo el Título de Piano y Especialidad en Literatura Pianística Italiana. Había estudiado con una beca que le proporcionó el gobierno italiano. En su examen final sacó la excelente nota de 9/10.

Ya en 1964, siendo aún estudiante, se presentó junto al pianista Iván Rodríguez interpretando el concierto para dos pianos y orquesta de Bach contando con el acompañamiento de la orquesta de Cámara del Conservatorio Nacional de Música conducida por el Maestro Julio de Windt. En 1971 y en junio de 1972 se presentó en el auditorio del Conservatorio Santa Cecilia, en Roma, en los recitales de fin de año con alumnos sobresalientes de postgrado.

El 18 de mayo de 1973 hizo su debut profesional en el Auditorio del Palacio de Bellas Artes en un recital en el que interpretó obras de Schumann, Scarlatti, Casella y Chopin. A partir de entonces comenzó una etapa en su vida musical en la que el arte pianístico y la enseñanza de la música se van uniendo de tal modo que sus cursos de Apreciación Musical se presentan como verdaderos recitales didácticos.

En 1985 debutó como solista con la orquesta Camerata Solistas de Santo Domingo, junto al pianista Iván Domínguez y bajo la dirección del Maestro Carlos Piantini. En 1986 hizo, con la Orquesta Sinfónica Nacional, el estreno nacional del concierto para piano y orquesta Op. 20 en fa sostenido menor, de Alexander Scriabin contando con la dirección del Maestro Berton Dimes y en febrero de 1998 interpretó junto a la Orquesta Sinfónica Nacional el concierto en re menor para dos pianos y orquesta de Francois Polenc junto al pianista Ramón Díaz y contando con la dirección del Maestro Julio de Windt.

Catana fue una de las personalidades más respetadas de la música dominicana. Fue designada por el presidente Leonel Fernández, mediante el decreto número 136-07, directora ejecutiva del Museo de la Música Dominicana.

Sus hallazgos como documentalista son esenciales para conocer la historia de la música en nuestro país, en especial ese maravilloso y tradicional ritmo del merengue, a cuya comprensión de sus orígenes aportó a través de una enriquecedora publicación junto al Maestro Rafael Solano.
Sus estudios de piano le han permitido  ser una exploradora infatigable, y una diestra escritora de opinión crítica.
Estaba realizando para el Museo de la Resistencia una investigación sobre la “Música durante la Resistencia Dominicana”, que abarcaba desde 1916 hasta 1978.

La labor de Catana Pérez de Cuello ha sido de gran valor para los amantes de la música ya que paralelamente a sus presentaciones como instrumentista ha realizado un constante trabajo de divulgación que incluye, libros didácticos, crítica musical y artículos musicográficos que aparecen periódicamente en los más importantes medios escritos del país.

De gran valor fue el programa que junto al Maestro José del Monte Peguero produce cada semana y que bajo el título de “Música de los tiempos” hace llegar a gran cantidad de televidentes lo mejor de la música universal, todos los domingos, a través de Televida, canal 41.

¿Quién no recuerda el magnífico desempeño que realizó como Directora del Teatro Nacional?

Luis E. Molina dijo de Catana lo siguiente cuando fue nombrada Directora del Teatro Nacional: “La llegada de Doña Catana Pérez de Cuello a la Dirección General y Artística del Teatro Nacional ha llenado de regocijo a la comunidad cultural dominicana, pues más que una directora, es una maestra que siempre ha buscado llevar la cultura al gran público dominicano, a todo el público, siempre con una pasión y entrega totales.
 El Teatro Nacional no le es ajeno. De hecho, ha llegado a la dirección luego de haber liderado el meritorio Programa de Apreciación Musical (PAM), el cual es la continuación de la tarea de una vida. Tuve conocimiento por primera vez de esta labor cuando ella impartía docencia de una asignatura homónima, por la cual fue querida y respetada por sus jóvenes alumnos.
 Entre sus planes está abrir el Teatro más allá de su recinto, como ha dicho, incluyendo programas como el del Politécnico de Santa Ana (único bachillerato artístico del país). Con este proyecto iniciará la apertura simbólica de las puertas del Teatro Nacional a un público que no lo frecuenta, acercándolo a las obras que allí se presentan”.
¿Quién no recuerda el realce que Catana le dio a la Revista TEATRO, siendo Directora del Teatro Nacional?

¿Cuántas personas disfrutaron desde enero de 2002 cuando Catana comenzó a impartir en la Sala de la Cultura el módulo “Los estilos musicales”, en el curso de Apreciación a la Música “Prof. Julio Ravelo”, que realizaba el Teatro Nacional dentro de sus lineamientos didácticos?

Los cursos impartidos por Catana desde 1973 en universidades, instituciones estatales y privadas, en clubes culturales y en empresas privadas, fueron creando toda una generación que amaba y apreciaba la música. Catana dedicó 45 años de su vida a los cursos de Apreciación Musical.

Fue profesora en la UCMM de Santiago, en la PUCMM de Santo Domingo y en la UNPHU. El 7 de septiembre de este año 2019 hubiera cumplido 49 años de casada con su alma gemela, su Negri querido, quien se adelantó a cruzar a la otra orilla el 6 de junio de 2011. Rafuchi fue el amor de su vida, a quien conoció en sus tiempos de estudiante en el Luis Muñoz Rivera, para muchos años después reencontrarse en Italia, donde ella estudiaba música y él hacía su doctorado en Física Nuclear.

Caty, como le decíamos con cariño en la familia, tenía un rostro muy especial. Ella hablaba con sus ojos chispeantes, tan expresivos, verdes como la gran esperanza que siempre anidó en su corazón. Su dulce sonrisa, su hablar cantarino y melodioso.

Pero más que su rostro, hablaba su persona. Ella era auténtica, de una sola pieza, sincera, leal, respetuosa de la vida y de las personas; maestra innata, pues nació con el don de la enseñanza, el cual supo cultivar; sabía disfrutar cada momento; inteligente, culta, analítica; le encantaban los juegos de mesa, que disfrutaba junto a su familia. Admiradora de las flores y matas, sobre todo de los flamboyanes y girasoles.

Disfrutó la vida. Por eso irradió alegría, armonía, amor, belleza. Su amor a la música y su pasión por la educación pueden sintetizar dos de sus grandes tesoros. ¿Quién no recuerda su paso por el Maternal Montessori, donde Caty vivió plenamente el placer de la pedagogía, introduciendo en la Apreciación Musical a los niños de Maternal y Kinder, donde desarrolló como dijo alguna vez don Julio de Windt “una memorable labor educativa auxiliada por su fértil imaginación”.

Sintonicé con Catana por muchas razones. Éramos los dos primos mayores y los dos nietos mayores de Don Ricardo y doña Amantina. Ambos desde temprana edad éramos lectores voraces; sentimos desde muy jóvenes la vocación por la educación. Llegué a jugar con ella en el amplio patio de doña Rita, su abuela, la mamá de Titá. Mi madre Antillana conservaba fotos con Catana desde muy pequeña y hay dos que aprecio mucho: la primera, donde Antillana carga sobre los hombros a Catana, con apenas meses de nacida; la segunda, con Catana de 8 años de edad, cuando tío Ayanes se sacó en una rifa la casa donde vivió en el ensanche La Fe. Ambas fotos aparecen en su libro (pp. 231-232).

Recuerdo cuanto disfruté a Catana cuando le hice una grabación para preparar el video de exaltación de Gabriel del Orbe en el Templo de la Fama de la Provincia Espaillat, el 4 de diciembre de 2011.

En el último cumpleaños que le celebramos a mi cuñado Roberto Rodríguez Mansfield el pasado 29 de junio de este año en su casa campestre de Las Nubes, en Cambita, fue la última larga conversación que tuve con Catana. A los pocos días, el 3 de julio, comenzó el proceso acelerado de su enfermedad.

Supo cultivar grandes amistades en diversos círculos familiares, culturales y artísticos, y les daba seguimiento permanente a sus amigos en diferentes partes del mundo, a través de Twitter e Instagram.

Caty, Cat, Cata, Catiuska, doña Catana fueron los muchos nombres cariñosos que le dimos en la familia y sus amistades. A su hogar, ella lo llamaba “el palazzo”. Su amor de hija, nieta, esposa, madre, abuela, nos marcó a todos.


Recuerdo que yo preparé una hojita especial para la Celebración breve que hicimos al inaugurar una habitación especial en la casa de tío Ayanes, que denominó “Rincón Musical Catana Pérez”; allí hay un cuadro especial y una canción ¨Rosas para ti¨, de Gladys Pérez.

Ayer tarde, fui con Luisa mi hermana, a pasar con Caty lo que no sabíamos era la última tarde de su vida.  Me llamó la atención su cuerpo: a pesar de que había enflaquecido notablemente, sin embargo su rostro era el mismo, no sufrió ninguna desfiguración.
Todavía recuerdo tantas cosas que me enseñó en la entonces UCMM de Santiago, cuando ella dirigía el Coro de esa universidad y yo era parte del mismo. Sin duda alguna, era una verdadera maestra de la música. Si la memoria no me falla, Catana dirigía en 1973 el Departamento de Arte y Cultura de la UCMM.

Quiero resaltar que Catana y Rafuchi se prepararon durante años en Italia. Rafuchi asistió durante 7 años a la Universita degli Studi di Roma, como físico nuclear; y Catana en el Conservatorio Santa Cecilia, donde se formó para ser pianista de conciertos. Sin embargo, pudiendo quedase por Europa, para vivir en Italia o Alemania, decidieron regresar en agosto de 1972 a su país, sabiendo que no podrían realizar plenamente sus sueños académicos para los que se formaron. En la familia, a Catana y Rafuchi le llamábamos “los Zeffirelli”, mote que creo se los puso nuestro tío Artagnan.

Catana Pérez, como pianista, educadora musical y musicóloga es autora del libro, en dos volúmenes, "El universo de la música", el primer texto sobre la Historia de la música universal producido en República Dominicana, que obtuvo el Premio Anual de Didáctica en 1994; en agosto de 2006 publicó “Sinfonía de ideas en 4 movimientos”, a través de la colección del Banco Central de la República Dominicana; y fue coautora, junto al reconocido maestro dominicano Rafael Solano del importante libro "El merengue, música y baile de la República Dominicana", de la Colección Cultural Verizon, con el que obtuvieron el Premio Nacional Feria del Libro Eduardo León Jiménes 2004, siendo la primera mujer en alcanzar este galardón.
Alguien comentó: “Catana, entendemos,  es ante todo una esteta, una mujer artista,  dueña de sí misma, pero que, no obstante, se aproxima con inocencia a cada estación donde el ser se hace frágil o fuerte, o viaja de manera itinerante a una cumbre donde se fortifican las voluntades para no sucumbir ante el vendaval y los infortunios que traen los necios. De ahí, que como musicóloga haya creado un estilo muy peculiar de enseñanza: el de narrar  -pausadamente y con calidez-  los episodios del arte en torno a los cuales giran sus trabajos de erudición, y de investigación”.
Otra persona expresaba: “Catana Pérez representa en nuestro país una de  las generaciones más importantes  de maestros que hizo el milagro de que no pereciera en los jóvenes el amor por la música clásica. Cuidadosamente,  como una alondra, Catana indujo a sus alumnos  que asistían a los cursos de apreciación musical en el Teatro Nacional a despertar su sensibilidad para saber apreciar el  valor de las obras  y elogiar  los elementos de lo  puro como sustentadores del arte en adicción a la hazaña y a la grandeza del artista  que hace suyo -de manera exclusiva- contar con alegrías o llantos lo que el mundo desgarradoramente le inspira o lo que descubre del mundo en el hechizo de las apariencias”.
Es digno de elogio el trabajo de apreciación musical que Catana desempeñó en el Centro Cultural Babeque a través de lo que sus mismos alumnos denominaron “Cat Spa Musical (Cat, por Catana).
Como expresara alguien: “Catana Pérez representa en nuestro país una de  las generaciones más importantes  de maestros que hizo el milagro de que no pereciera en los jóvenes el amor por la música clásica. Cuidadosamente,  como una alondra, Catana indujo a sus alumnos  que asistían a los cursos de apreciación musical en el Teatro Nacional a despertar su sensibilidad para saber apreciar el  valor de las obras  y elogiar  los elementos de lo  puro como sustentadores del arte en adicción a la hazaña y a la grandeza del artista  que hace suyo -de manera exclusiva- contar con alegrías o llantos lo que el mundo desgarradoramente le inspira o lo que descubre del mundo en el hechizo de las apariencias”.
En la Feria Internacional del Libro 2017, le fue dedicada a Catana una calle dentro de la feria, por el Ministerio de Cultur
En alguna parte leí también de otra persona que “la vida de Catana se puede biografiar sin máscaras, porque ella es una protagonista prudente, que nunca se ha dejado desbordar por el egoísmo o  ambición alguna, ni ha  solicitado  tener un primer plano en nada, excepto en transmitir la esperanza de manera intensa cuando alguien tiene la fiebre del desconsuelo o la enfermedad de la desilusión”.
Su último gran proyecto que venía realizando con un entusiasmo desbordante era el de los “Ángeles de la Cultura” del Despacho de la Primera Dama, donde Catana venía acercando el universo de la música a las nuevas generaciones, sobre todo las ubicadas en sectores populares y en barrios marginados.
Si me preguntarán mi valoración sobre Catana, yo privilegiaría no a la pianista-concertista, no a la musicóloga, ni a la excelente investigadora musical, sino a la brillante educadora musical. Solamente una educadora de vocación puede decir lo que Caty le expresó a Patricia Solano en una entrevista que le hizo a través de SIN, el 26 de octubre de 2014, cuando afirmó: “Se aprende mucho, enseñando”. Los que somos educadores podemos entender esta afirmación de Catana.
Caty nos espera a todos en la otra orilla, donde estoy seguro nos recibirá con aquello que ella sabía hacer: una música celestial.

Desde el cielo, Catana
tus ojos siguen brillando,
tu sonrisa siga alegrando
y tu magia musical
nos sigue contagiando.
Ya no necesitas los juegos de mesa
Trivia, Pictionary, Indicios y otros,
Ya no necesitas seguir series interesantes por Netflix
Ni bailar merengues, pues lo hacías muy bien.
Estas en la Casa del Padre,
Has entrado por la puerta del Hijo,
Pues tenías la llave del Espíritu Santo.
Estas en la Casa de la Trinidad,
donde Dios mismo secará tus lágrimas
y te hará participar de la fiesta que no tiene fin.
Te fuiste a la otra orilla,
En la madrugada de este día 12 de septiembre,
Donde la liturgia recuerda el dulce nombre de María.
La Palabra de hoy en la liturgia
Me sirvió de bálsamo consolador en tu partida
Pues nos habla en Colosenses del amor como la unidad consumada,
El salmo 150, es tu salmo preferido,
porque le dicen “la sinfonía de los salmos”,
Que invita a todo ser que alienta que alabe al Señor, y el evangelio  de Lucas nos invita
a amar a los enemigos,
hacer el bien a los que nos odian,
bendecir a los que nos maldicen
y orar por los que nos injurian,
a presentar la otra mejilla al que te pegue,
a dejarle también la túnica
al que te quita la capa
a no reclamar al que te lleve lo tuyo,
a tratar a los demás como quieres que ellos nos traten,
a ser compasivos como el Padre es compasivo,
a dar una medida generosa, colmada, rebosante,
porque la medida que usen, la usarán con ustedes.

miércoles, 25 de septiembre de 2019

BREVES COMENTARIOS SOBRE LA NOVELA ANTHONELA, REALIZADO POR LUIS QUEZADA


Anthonela
Una historia de amor que podría ser la tuya
Antonio Francisco Rojas Collado


Breves comentarios sobre la novela
Luis Quezada

Hace 50 años (1968), un servidor comenzó a dar clases en el Colegio “Santo Domingo Savio”, que presidía la Srta. Ana Virginia Ferreiras Guzmán.

Cincuenta años después (2018), un ex – alumno de la Srta. Virginia y de un servidor, el dinámico, creativo e inquieto joven Antonio Francisco Rojas Collado, produce su primera cosecha literaria: “ANTHONELA”.

Antonio Francisco es hijo de una pareja muy querida por quien suscribe, ya que Guigue Rojas fue uno de los primeros alumnos de la Srta. Virginia, que tengo entendido, si mal no recuerdo, que ella lo alfabetizó, a petición de doña Cheíta, una mujer muy dulce y encantadora. La madre de Antonio Francisco es Melenny Collado, que fue mi profesora de español en Bachillerato, y quien descubrió mis condiciones personales ante la Srta. Virginia. Ella es hermana de Fabio Collado, a quien siempre he estimado como un hermano.

Me ha sorprendido Antonio Francisco por dos razones: en primer lugar, por atreverse a incursionar en la narrativa literaria, a través de una novela muy insinuante, evocadora y provocadora. En segundo lugar, me ha prestigiado queriendo dedicarme en parte su trabajo a una persona que tuvo la dicha de ser su profesor en la etapa primaria de su vida. Agradezco tal distinción.

A través de una amiga común, la Lic. Keila González, que es la prologuista de la obra, supe de este proyecto hermoso de Antonio Francisco. Creo que su abuelo, don Antonio Rojas Badía, debe sentirse orgulloso de que en su prole familiar, uno de sus nietos incursione en el quehacer literario.

Me llenó de mucha satisfacción que Antonio Francisco dedique su novela de un modo especial a Ligia Minaya Belliard, que ya vive en la casa de los bienaventurados. Desde allá, Ligia, escritora de fuste, te seguirá inspirando, incentivando y alentando, pues supo ver tus condiciones “cuando Anthonela recién nacía”.
El breve prólogo de Keila recoge hermosamente el latir de la novela: “Anthonela es la historia que todos hemos vivido alguna vez, ese amor de secundaria que casi todos hemos tenido, salvo aquellos que no se atrevieron a rebelarse contra los típicos mandatos de la mayoría de progenitores. También -continúa diciendo Keila González – es la historia de amor prohibido que muchos conocemos, cargada con el ingrediente chispeante de los celos y con la rabia inevitable que se siente por no poder gritar a los cuatro vientos que se ama visceralmente a alguien”.

Es de mucha carga emotiva el testimonio que recoge el autor de Juan Santos, quien se considera “testigo del nacimiento de Anthonela, cuando aún rondaba entre la cien y el corazón del artista”.

Después de una brevísima introducción del autor, estilo poco común en la narrativa pero no descartable, el autor nos introduce en lo que será la dinámica afectiva de la novela en cuestión. Nos presenta los SUJETOS de la novela (Frank – Anthonela); el LUGAR donde se da la trama narrativa (El Colegio); el OBJETO de la misma (encontrar el amor verdadero).

El índice nos presenta el marco estructural de la novela, diseñada en 18 ligeros capítulos o apartados. El número 18 deja entrever inconscientemente que estamos ante una construcción “mayor de edad”.

La novela culmina con un corto epílogo de tres párrafos, que traduce en nostalgia espacial y temporal una ilusión que todavía pervive en los fueros internos del corazón de ambos, pero que alberga la esperanza de que “el destino…nos haría reencontrarnos de la forma menos esperada, para darnos una nueva oportunidad de ser felices”. El autor define para cerrar el drama de Frank y Anthonela como algo “que solo puede existir entre dos almas gemelas”.

Quiero, pues, reaccionar ante esta obra, que me parece una bella ilusión literaria de alguien que balbucea en las lides de la narrativa.

Lo primero que quiero resaltar es que su autor no es un escritor consumado y dedicado. Es un joven brillante en su quehacer profesional, moviéndose “en altos puestos gerenciales”, presidiendo varias organizaciones, donde ha sido exitoso su trabajo como gerente ejecutivo; él mismo se considera un promotor de alianzas y sobre todo, un mecenas educativo. Se percibe como un hombre de alta vocación de servicio social.
Incluso este primer libro que nos entrega, él lo percibe como “una responsabilidad social”. Esta novela intenta ser un reto para “despertar todos los sentidos” e incluso, el autor desea que su puesta en circulación sea algo poco común, no por puro esoterismo, sino que sea capaz de simultáneamente armonizar la sensibilidad humana y la responsabilidad social. Me parece un gesto y un proyecto de su parte poco común en jóvenes tan tiernos como él.

Yo sé de dónde le viene esa sensibilidad humana, acompañada de tan acrisolada responsabilidad social. En primer lugar, de sus padres, de la familia Rojas-Collado; ambas familias han tenido un norte claro en este sentido, con respecto a los ascendientes de Antonio Francisco; en segundo lugar, por el Colegio “Santo Domingo Savio”, donde se echó la zapata educativa de su personalidad. El mismo me ha confesado que lo marcó para siempre cuando lo escogieron para dar clases en la escuela nocturna que tenía el Colegio. Fue un año que sembró valores que no se borran con los años; al contrario, se van acrecentando, a medida que uno asume compromisos personales y profesionales con la sociedad donde le ha tocado vivir.

Pienso que en gran parte, “Anthonela” es una experiencia autobiográfica del autor, en los tiempos que se fue a hacer el bachillerato en el Colegio “Las Américas” de Santiago.

Creo que una presentación formal de esta novela implicaría muchas cosas para sintonizar con ella: música, baile, una pareja expresando rítmicamente su corporalidad; en una palabra, debe ser una verdadera fiesta de los sentidos, un derroche de sensibilidad humana y responsabilidad social.

No me atrevo a usar el bisturí de la crítica literaria que generalmente utilizo en el quehacer literario del Ateneo, al cual pertenezco, como miembro del movimiento Interiorista, creado por ese gran maestro de la lengua, el insigne mocano Dr. Bruno Rosario Candelier, quien fue exaltado hace pocos años como inmortal del Templo de la Fama de la Provincia Espaillat.

No. Me limitaré a degustar el tejido textual que fue hilando Antonio Francisco en su construcción narrativa. Si se me permite, quiero hacer de mi auscultación literaria, una noveleta dentro de la novela de Antonio Francisco.

En su primer apartado narrativo, que por la brevedad no se si llamarlo capítulo, todo transcurre como un “PRIMER DIA”, comenzando con el “bus escolar” y culminando con “esa silla al lado de Anthonela”. La construcción de este primer apartado es ligera y ubicante. Aparecen los dos protagonistas (Frank – Anthonela); aparecen sus acompañantes (Ernesto, que protege a su hermana Anthonela; y Augusto, hermano de Frank, que presenta a su hermano con Ernesto). Y también aparece Laura, amiga y confidente de Anthonela. “Primer día” llena su cometido: el encuentro.

El segundo apartado lleva un nombre muy feliz: “MI RELIGION”. Al iniciarlo, cualquiera se imagina que ambos protagonistas se van a conocer en sus niveles confesionales. Nada de eso. Se trata solamente de la religión de Frank. Se llama: “Anthonela”. Dice el autor: “Conocerla cada vez más se volvió una necesidad para mí, de manera que observar y reconocer su mirada, su dulzura y su belleza era mi trabajo de cada día, el cual hacía con una devoción casi religiosa”. La descripción que hace de los tres grandes grupos en que estaba dividido su curso, es muy gráfica y chispeante. Su Anthonela pertenece al segundo grupo, a cuyos miembros le llamaban “jevitos o plásticos” y parecían ser “hijos de papi y mami”.

Su tercer apartado “EL PRETEXTO”, es extremadamente corto, pero preciso en su objetivo: tener una excusa perfecta para acercarse a Anthonela. La “paletera de Alex” le facilitó “el encuentro casual diario y amistoso con Anthonela”. El pretexto era sencillamente “darle una menta”.

Del pretexto pasamos a “LA SORPRESA”, nombre del cuarto apartado, donde suceden “las primeras ráfagas de celos” y su “primer sufrimiento por amor”. Si en el apartado anterior, el sentimiento “era como el aire, no importa la cantidad que inhales, siempre necesitas más para vivir”; en el apartado siguiente, Frank exclama: “¿Por qué siento que me falta el aire?” No se si el autor lo hizo conscientemente, pero con ambas frases juega hermosamente a expresar explosiones afectivas opuestas que bullen en su interior.
Su antagonista -que él no llama por su nombre- y que se llevó a su Anthonela en una “Ford 350”, le hizo pensar si no se “había enamorado de la persona equivocada” o que se trataba de “un amor imposible”. El autor, a través de su personaje protagónico, lo expresa así: “Mientras yo le regalo mentas, este joven la recoge en su camioneta del año y puede ofrecerle cosas que obviamente yo no puedo”.

‘RENDICION”, su quinta entrega, es el autoconvencimiento de que él (Frank) había perdido el control de su propia vida y cayó en la cuenta de que ella (Anthonela) tenía el control de su vida “y la capacidad de convertir mis días en dolor o felicidad”. Creo que desde el punto de vista psicológico, este apartado es uno de los mejor trabajados por el autor, a pesar de su excesiva cortedad.

“LA OPORTUNIDAD” es la antípoda de las dos entregas anteriores. Un nombre simboliza la nueva oportunidad que se le presenta a Frank en su vida: se llama Griselda, una maestra que le daría clases particulares, para rellenar sus lagunas académicas, ocasionadas por sus delirios afectivos. Pero, ¿por qué la maestra Griselda se convierte en “la oportunidad”? Porque también Anthonela había decidido tomar clases con ella “y que ella al enterarse de que yo iría allí, promovió que fuera con la misma maestra”. Ahora tendría la oportunidad de verse no solamente en el colegio sino en la casa de la maestra-refuerzo. Sin querer, Griselda se convirtió de un refuerzo académico en un refuerzo afectivo. Desde el punto de vista de la trama literaria, este apartado está bien logrado.

“CONTRAGOLPE” es la antítesis del apartado anterior. Después que Rodríguez, su amigo, lo lleva a la casa de la maestra, un vehículo de lujo se adelanta a ellos y los llena de polvo. Es su contrincante, que trae en su hermoso carro a su hermosa Anthonela. El nombre de su opositor no puede ser más certero: Adonis. El se interponía de nuevo entre Frank y Anthonela. El autor cierra este contragolpe de esta manera: “Así fue como empezó esa tarde, en la cual nació un nuevo sentimiento, ya no solo eran celos, dolor, desilusión y rabia; ahora sentía impotencia y sobre todo, cansancio de luchar”. Definitivamente, la caracterización psicológica de los personajes que hace el autor, nos hace pensar si el que escribe es un novelista o un psicólogo, pues juega magistralmente con los sentimientos que afloran en aquel drama afectivo.

En “LA DECISION”, “un Volkswagen del 1977” en malas condiciones que pertenecía a la maestra Griselda, fue el detonante que le hizo entrar a Frank dentro de sí mismo y comenzar a valorar su identidad, que hasta el momento, estaba alienada por el fetichismo afectivo en que lo envolvió Anthonela. Fue la frase de la maestra al responderle cuando le preguntó “por qué permitió que se deteriora tanto” aquel “cepillo” amarillo que ella utilizaba para trasladarse años atrás al colegio donde ellos recibían docencia, lo que le hizo despertar: “Aquello que no valoras, ni le das mantenimiento, llegará el día en que se convertirá en un estorbo, su reparación costará tanto que no valdrá la pena”. Intuyo que aquí se da el paso de la exterioridad afectiva a la interioridad que nos identifica como un ser único e irrepetible. De nuevo, un gran logro literario y hasta filosófico del autor.

“LA ESCALERA” da nombre al lugar en una discoteca donde Frank ve descender sola a su Anthonela. “Hoy o nunca” fue su consigna interior, “es mi oportunidad de poder bailar con ella”. Frank “dio la bienvenida a esta bella mujer que se había llevado consigo mi aliento”. Note el lector que el autor no habla en tercera persona y cuando se refiere a Frank está hablando de sí mismo. Por eso, la condición autobiográfica de esta narrativa salta a la vista.

Continuando en el ambiente de la discoteca, “EL BAILE” nos lleva a la experiencia más erótica hasta ahora narrada en la novela. Todo se inició al ritmo de la canción de Fernando Villalona, “Me muero por ti”. El autor dice: “Estábamos haciendo el amor bailando”. Lo que sucedió en los bailes continuos de aquella discoteca, trazó la línea de Pizarro afectiva. Ni el arrebato de Adonis, su contrincante, “quien de manera poco gentil me arrancó a Anthonela de los brazos y la sacó de la pista alejándola de mí, sin entender que el destino había hablado, que ya no existía fuerza humana que alejara estas dos almas y que era solo cuestión de tiempo para que se consumara el noviazgo”. Estamos en el corazón de la novela, en su epicentro literario.

A partir de la experiencia de “el baile”, comenzó una prolongada y profunda “COMPLICIDAD” afectiva entre Frank y Anthonela.  Romance anónimo, de Narciso Yepes” henchía de vibrante amor las entrañas de Frank. El protagonista era consciente de que “me había llegado el momento”. Sigue el autor hablando en primera persona, refiriéndose a Frank.
Debajo de un árbol se vivió míticamente la experiencia parejal de Adán y Eva. Debajo de un árbol, Anthonela le expresa “la decisión de terminar su relación con Adonis”. Surgen en Frank “mis primeras lágrimas de amor” ante aquella confesión esperanzadora. Todo se vuelve canciones, cartas, poesías, mirarse al espejo. Está viviendo la magia del amor. Ya el contrincante está fuera del camino y no se interpone entre ellos. La felicidad adquiere una connotación eufórica, “por fin mis sueños se hacían realidad”.

Con el apartado titulado “EL BESO”, dice Frank (y el autor) “así empezó mi noche, la noche que no olvidaré jamás”. La canción de Juan Luis Guerra “25 horas” “que plantea que ese tiempo no es suficiente para amarse”, se convirtió en su himno de amor. Los cuatro párrafos finales de este apartado son una hermosa descripción del beso que experimentaron Frank y Anthonela. Como una nueva Eva, ella fue la de la iniciativa: “Bésame”. El entresijo de labios, lenguas y fluídos es tan intenso y tan real, que todo parecía “un sueño del que no se quiere despertar”.

Después del éxtasis del beso, viene casi por inercia “EL RITUAL”. Lo empezó Frank con su madre, tomados de la mano, girando y saltando. Luego continuó donde Oliva, su querida amiga. Allí esperaría a su Anthonela. Allí se juntaron Oliva y Rodríguez, “las dos personas más importantes en mi lucha por este amor” y allí “tendría la oportunidad de darles la noticia”. Allí se repitió de nuevo el éxtasis labial “y la besé como si no hubiera mañana”. En un momento, ella le dijo “las palabras mágicas que hasta ahora no había escuchado de sus labios. Te amo”.
El apartado termina con un párrafo cargado de extrañezas: “Llegué a la casa y la llamé enseguida, le confesé que era muy feliz y que también la amaba. En medio de esa conversación apareció una solicitud de mi amada, y una promesa hecha por mí que cambiaría esta historia para siempre, y que he cumplido por más de veinticinco años? Si esto no es un nudo literario, ignoro lo que es el segundo criterio de toda novela, que inicia con una presentación, pasa por el nudo y termina en un desenlace.

Por eso, considero muy acertado que el apartado siguiente lo titule “EL SECRETO”. Una larga llamada telefónica, interrumpida por una breve pausa, destapó una solicitud por parte de ella que él no comprendía en aquel momento: “me pidió mantener en secreto nuestro noviazgo hasta que fuera el momento oportuno para hablar sobre ello con otros”. Aquel amor “que había puesto mi vida de cabeza, y que para colmo, ahora que finalmente lo había logrado, no podía compartirlo con nadie”. Sin dudas, aquí está el gran acertijo de toda la novela.

El secreto comienza a develarse lentamente al llegar a “EL PALACIO”, aquella tarde que ella me invitó ir a su casa. Anthonela le sugirió a Frank que pasara a buscar a Rodríguez “para que no llegara solo”. Primer velo que se cae del misterio. Cuando se comunicó para decirle que salía para su casa, “ella me informó que tendría que dejar el carro fuera y lejos para que si alguien llegara, no se percatara de mi presencia”. Segundo velo que se cae.
Cuando entró, pensó que no llegaba a la casa de su amada, sino “al palacio de una reina”. Tercer velo que se cae. Cuando ella salió a recibirlos, “nos susurró que habían llegado unos amigos de su hermana y nos pidió que entráramos por la parte trasera para no ser vistos por ellos”. Cuarto velo que se cae. ¿En qué terminará todo esto? Hasta aquí, el autor deja embriagado al lector de una espera desesperante, de una intriga contagiosa y de una incertidumbre misteriosa. Esa es pues, una buena cualidad del bien narrar, lo cual le apunta en su haber un tanto al autor.

Algo grande se interpone entre Frank y Anthonela. Y no es Adonis. Es algo más grande, al parecer. Por eso, el apartado siguiente lo titula magistralmente “ELLA, EL MAR Y YO”. ¿Acaso existe algo más grande e inmenso que el mar en nuestro planeta? Tengo que confesar que todo lector avieso como yo, se adelanta a la narrativa, para imaginar su desenlace. He quedado frustrado en mis pretensiones. Supuse que este apartado abriría la brecha inconmensurable entre Frank y Anthonela. Fracasé en mi pretensión, porque no era la intención del autor. Me sentí despistado. Lo que yo imaginé como el fracaso de un amor, el autor lo llama “el bautizo de nuestro amor”. Me sentí más perdido que “el hijo de Lindbergh”. A pesar de que Adonis en cierta manera les persigue, allí no reside ya el problema. Tengo que confesar que al leerlo pensé que era un capítulo brillante desperdiciado. Me hice muchas elucubraciones, pensando que la metáfora del mar era la dimensión adecuada de aquel nudo. Pero en este capítulo, el mar no era una metáfora, sino que estaban en la casa de verano de la familia de Anthonela, donde se vislumbra el mar por todas partes. Confieso que este capítulo me rompió el esquema preconcebido que todo lector se va haciendo cuando está llegando al final de una novela. Me dije: “carajo, aquí no pasó nada; que desperdicio de oportunidad literaria”. Sin embargo, las entregas siguientes disiparán totalmente mi sabor amargo.

De entrada, me confunde más el título del apartado: “LADRON DE AMOR”. Pienso automáticamente: alguien le arrebata a Frank el amor de Anthonela. Y me equivoco medio a medio. Su lógica literaria sigue divorciada de la mía. En este apartado encontramos una Anthonela decidida a todo. Se fue a dormir a casa de Gina, “para que nada ni nadie pudiera empañar esa noche tan esperada”. Dice Frank: “Me parecía increíble y me daba muchas fuerzas ver cómo Anthonela estaba dispuesta a fugarse”. Y añade: “Por primera vez me sentí como un verdadero ladrón de amor”. Frank pudo aquilatar la firme decisión de Anthonela: “Dejó de temblar y me pidió que le prometiera que pasara lo que pasara, nunca dejaría de cuidarla, de luchar por ella y de protegerla”. En aquel momento “nos besamos y tomados de la mano decidimos iniciar la noche dispuestos a dejarnos llevar por el destino”.
Llegan a “un lugar hecho para los enamorados” y “cuando menos lo esperábamos y más nos divertíamos, vimos que hacían su entrada Ernesto y Adonis, como dos personas más que buscaban entretenerse”. Lograron esconderse y escabullirse de aquella no grata presencia y llegando a un lugar paradisíaco, “Anthonela se lanzó a mis brazos repitiéndome varias veces: Nunca dejes de luchar por mí”. El párrafo final es elocuente: “En ese momento tomé su rostro entre mis dos manos, acerqué su boca a la mía y allí mismo bajo aquella luna rodeada de mil estrellas, se produjo aquel beso cargado más que todo de un deseo inmenso por hacerla mía, y como si ella hubiese sentido lo mismo, me miró fijamente y me invitó a un lugar secreto, diciéndome con la mirada que estaba preparada y decidida a todo”.

Así llegamos al apartado final, titulado “LA REVELACION”, donde tampoco nuestros adelantos imaginativos acerca del desenlace fueron acertados. Esto cualifica más la calidad del trabajo narrativo del autor.
Dicen que la luna es cómplice de nuestros sentimientos y afectos más hermosos. Por eso, este apartado final comienza con ella, en un rincón secreto de la playa. Como muy bien señala el autor, hablan más los cuerpos que las palabras. Hemos llegado al clímax de una verdadera “historia de amor”.
Anthonela hace una advertencia premonitora: “Si algún día la distancia nos separa Frank, solo tendremos que mirar la luna en cualquier parte que estemos y nuestros corazones se unirán en aquel mismo instante”.
El lenguaje de las miradas es el más elocuente: “Mírame a los ojos, no quiero olvidar este momento jamás”, suplicó Anthonela.
El amor intenso hace que el tiempo se detenga. Los griegos tenían dos palabras para hablar del tiempo: Cronos y Kairós. El primero es el tiempo cuantitativo, el del reloj; el segundo es el tiempo cualitativo, donde suceden las grandes cosas de la vida. Es el tiempo oportuno.
En aquel lugar de la playa, bajo la luz de la luna, Frank y Anthonela viven plenamente su Kairós: “la miré y sentí cómo se paralizó el tiempo”, dice Frank.
Frank insiste en que el tiempo no pase; Anthonela enfatiza que no cierre los ojos: “Mírame, no los cierres. Yo nunca los cerraré al besarte, pues adivino en el brillo de tu mirada lo grande y fuerte que es tu amor por mí”.
El autor se vale de un augurio para cifrar el destino que espera a estas almas gemelas: “se levantaron desde el horizonte cuatro aves blancas de gran tamaño, agitando sus alas a gran velocidad y dirigiéndose hacia nosotros…llegamos jadeantes al lobby del hotel, sin percatarnos de que esto había sido una señal de que uestro amor estaría sometido al mayor reto que pudieran enfrentarse dos almas gemelas, el tiempo y la distancia. Cada ave significaría tres años de distancia sin vernos y sin saber uno del otro, pero eso lo sabríamos algún tiempo después”.

Y sorpresivamente, el autor no nos da explicaciones del desenlace que obligó a separarse a dos personas que nacieron para amarse. El “EPILOGO” es abrupto en su cierre: el tiempo y la distancia separaron aquella pareja: “doce años sin verla y una distancia de 170 kilómetros de separación; mundos totalmente construidos, sin haber tenido la oportunidad de vernos, ni saber de cada uno durante todo ese tiempo”.
Pero la narrativa termina con un sabor esperanzador, que no describe, sino que juega con “la loca de la casa”, la imaginación, aquella que es mayor que la inteligencia y sobre todo más adecuada tenerla a nuestro lado en momentos difíciles. Como dijo una vez el genio de Einstein: “En tiempos de crisis, la imaginación es más importante que la inteligencia.”
Un hálito lleno de una brisa suave cargada de esperanza sale al final de la pluma del autor en su penúltima frase: “Pero una vez más, el destino jugaría una ficha impensable y nos haría reencontrarnos de la forma menos esperada, para darnos una nueva oportunidad de ser felices”.
Y la frase final nos transforma los sentidos, dejando los ojos luminosos, la piel erizada, el olfato perfumado el oído aguzado y el tacto ansioso: “Porque a pesar de todo lo que habíamos construido, siempre existió un vacío y una búsqueda inconsciente que solo puede existir entre dos almas gemelas”.
Concluyo mis ponderaciones sobre esta hermosa narrativa de Antonio Francisco Rojas Collado, catalogando esta novela como un velero suave, frágil, ágil, de ameno discurrir, intrigante, evocadora de sentimientos encontrados, provocadora de vivencias íntimas, de un candor exquisito, facilitada por una pluma que parece volar más que escribir, sentir más que razonar, imaginar más que pensar.
Y lo más importante: es contagiosa. Nada mejor se puede decir de “ANTHONELA” que es “una historia de amor que podría ser la tuya”.

MUCHAS GRACIAS
7 de julio de 2019
Una fecha evocadora para la mocanidad.