“Hace falta, ser médico para comprender las angustias
que se pasan frente a una vida que se escapa.
Hace falta, haber palpado con sus propias manos,
las víceras aun tibias, de una virgen, y haber rabiado de impotencia,
con las manos desarmadas, para luchar con la tragedia.
Hace falta, haber visto a un lactante en el vientre
apuñaleado, y enfrentarse a su madre moribunda,
interrogando con sus ojos, empañados por la muerte,
al médico asistente, si el hijo que abandona,
pagará con su vida el delito de ser débil;
Si al cuchillo que mata, sucio de lodo y de maldad,
no opondremos el bisturí, que salva, limpio y
empujado por el arte y la virtud.
Hace falta, haber visto todo esto, para comprender
la importancia del hospital que se inaugura.
Yo lo he visto, he rabiado de impotencia, y he sentido,
en mi oído muchas veces, aquella frase que tiene
casi siempre olor a tumba, cuando la sangre corre:
“SALVEME DOCTOR”
que se pasan frente a una vida que se escapa.
Hace falta, haber palpado con sus propias manos,
las víceras aun tibias, de una virgen, y haber rabiado de impotencia,
con las manos desarmadas, para luchar con la tragedia.
Hace falta, haber visto a un lactante en el vientre
apuñaleado, y enfrentarse a su madre moribunda,
interrogando con sus ojos, empañados por la muerte,
al médico asistente, si el hijo que abandona,
pagará con su vida el delito de ser débil;
Si al cuchillo que mata, sucio de lodo y de maldad,
no opondremos el bisturí, que salva, limpio y
empujado por el arte y la virtud.
Hace falta, haber visto todo esto, para comprender
la importancia del hospital que se inaugura.
Yo lo he visto, he rabiado de impotencia, y he sentido,
en mi oído muchas veces, aquella frase que tiene
casi siempre olor a tumba, cuando la sangre corre:
“SALVEME DOCTOR”
No hay comentarios:
Publicar un comentario